martes, 13 de diciembre de 2011

Hoy no seremos de nadie.



Lo ha tenido que hacer mal, muy mal, porque  arrastra una fila de muertos atados a su muñeca. Invisibles y en silencio. No se miran porque dicen que les hace falta tiempo para recuperarse del frio que les hizo cerrar los ojos y congelarse, porque no pueden respirar si tienen el pecho vacio. Y a ella le pesan, y a cada disparo en su fila de muertos intenta soltarse del celo que les ata. Pero se agarran con fuerza y con hambre.
Son los recuerdos, que les han sacado filo.  Ella odia hablar en pasado, porque tú no deberías serlo. Solo quería salvarse de la tormenta del invierno, del bajo  cero de sentirse sola. Del frio de dormir agarrada a sus propias piernas.
No pedía que le preguntaran, ni responder. No pidió que taladraras su corazón para hacerte un hueco a la fuerza y esperar a la primavera. No pidió mensajes de móvil ni esos malditos ojos  tristes con flequillo a los que  le tuvo que decir que no hace mucho tiempo y no lo hizo.
Y se fue detrás de ti sin saber a dónde la llevabas, sin saber que pasaría. Buscando olvidarse de la cicatrices de la primera letra del abecedario. Con una advertencia muy clara: prepárate para sufrir.
Empezó a imaginar un invierno caliente, un invierno derretido con el deshielo haciéndose saliva. Imaginó a alguien que le tapara por las noches y le rodeara por la espalda y le gritara que ya no tendría que agarrarse a sus rodillas. Pero con el beso  dejó de volar y se estrelló en el suelo de piedra, que se llenó de la sangre de los meses anteriores. Y se odió por no sentir nada.
 Mientras apoyaba la cabeza en la ventanilla y masticaba el sabor resaca, pensó que a partir de ahora solo haría sentir mil corazones entre las piernas de la primera desconocida que le sonriera y no pidiera explicaciones. Que no le preguntara por qué no hablaba y por qué solo mordía.
Ella lo siente.
Yo lo siento.



-H-