martes, 13 de diciembre de 2011

Hoy no seremos de nadie.



Lo ha tenido que hacer mal, muy mal, porque  arrastra una fila de muertos atados a su muñeca. Invisibles y en silencio. No se miran porque dicen que les hace falta tiempo para recuperarse del frio que les hizo cerrar los ojos y congelarse, porque no pueden respirar si tienen el pecho vacio. Y a ella le pesan, y a cada disparo en su fila de muertos intenta soltarse del celo que les ata. Pero se agarran con fuerza y con hambre.
Son los recuerdos, que les han sacado filo.  Ella odia hablar en pasado, porque tú no deberías serlo. Solo quería salvarse de la tormenta del invierno, del bajo  cero de sentirse sola. Del frio de dormir agarrada a sus propias piernas.
No pedía que le preguntaran, ni responder. No pidió que taladraras su corazón para hacerte un hueco a la fuerza y esperar a la primavera. No pidió mensajes de móvil ni esos malditos ojos  tristes con flequillo a los que  le tuvo que decir que no hace mucho tiempo y no lo hizo.
Y se fue detrás de ti sin saber a dónde la llevabas, sin saber que pasaría. Buscando olvidarse de la cicatrices de la primera letra del abecedario. Con una advertencia muy clara: prepárate para sufrir.
Empezó a imaginar un invierno caliente, un invierno derretido con el deshielo haciéndose saliva. Imaginó a alguien que le tapara por las noches y le rodeara por la espalda y le gritara que ya no tendría que agarrarse a sus rodillas. Pero con el beso  dejó de volar y se estrelló en el suelo de piedra, que se llenó de la sangre de los meses anteriores. Y se odió por no sentir nada.
 Mientras apoyaba la cabeza en la ventanilla y masticaba el sabor resaca, pensó que a partir de ahora solo haría sentir mil corazones entre las piernas de la primera desconocida que le sonriera y no pidiera explicaciones. Que no le preguntara por qué no hablaba y por qué solo mordía.
Ella lo siente.
Yo lo siento.



-H-

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Déficitdeatención.

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Sabía que la filosofía del  << Water closed open legs >>  de Escandar sonaba demasiado bien, que tenia que tener alguna trampa. La trampa  de unas manos, de unos ojos que cerraron la puerta y me dejaron con los pantalones por los tobillos pensando: Ahora que no quería depender de nadie…
Mis autotorturas de siempre que se empeñan en agitarse contigo.
 Me concentro y el ambiente de halógeno se difumina llevándome hasta cualquier sitio con algo de encanto y una mezcla de misterio enmascarado con humo de tu boca…
Allí, en lo afilado del sofá, en medio de una guerra fría que se empeña en subir la temperatura. Si me concentro lo suficiente puedo notar el sabor sangre metálico que primero duele y luego hace que quiera repetir si me sigues mordiendo. Me gustan tus heridas de guerra. Las  que nacieron en mis uñas. Suave.
Sin querer vuelvo.
 Rápido, antes de que me entere de algo, me inyecto algo de ese veneno adictivo. Se forman las mismas imagenes una y otra vez. Droga de efecto rápido y muchas secuelas. Se me dilatan las pupilas y… si, me siento bien.
…Aparecemos en un bar de mala muerte, billar y dos cervezas. Fotografiadas en blanco y negro mientras me rodeas y me acercas lentamente hacia ti. Y te ríes porque todos nos miran.

Lo mejor de todo, que esto no lleva a ningún sitio, que no voy a cambiar nada imaginando como hacemos lo que no nos dio tiempo. Así que a la mierda con la autodestrucción, que venga otra y se ponga borde y cínica conmigo.
Pero a veces, el instante de roce de manos hace que no sepa dónde llamarte para que me des de beber y el alcohol haga que no cicatricemos. Y haces que imagine sin que lo sepas todo esto, haces que no quiera cicatrizar. Porque lo que duele, a veces, inspira.




-H-

jueves, 13 de octubre de 2011

miércoles, 12 de octubre de 2011

Adiós dioses de madera.

Les dije adiós mientras me apretabas contra la puerta y cerrabas el pestillo.

[…]

Y en qué momento empezamos a hablar diferentes idiomas para no entendernos, que hicimos autoinmolarse a las mariposas, viendo cómo se extinguía su efecto. No. No volverán las olas gigantes a las costas del pacífico, dijimos. Pero juro que las dos matábamos por mojarnos de nuevo.
Después…
Acabé como Shane. Sentada en cualquier bordillo, con las piernas abiertas, la cabeza mirando el asfalto y el flequillo rozándome las rodillas. Con la camisa de cuadros arrastrando, y limpiando restos de antiguas conversaciones que ahora mueren por mentiras. Con la cara desencajada. La hemos jodido, y esta vez he arriesgado demasiado. Yo. La más detestable, la más opaca y oscura, bañada en un domingo de sangre y ojos rojos ocultos tras las gafas de sol.
Pero hay veces en las que todo es…tan sencillamente genial. Pensando en la mierda que me ha tocado vivir. La mierda más bonita del mundo. Bonita y cruel.
Y tus ojos claro, tus ojos, me hacen volver a la realidad, desmontando mi teoría de armas y escudo que hasta ahora había sido invencible.
Y tus ojos claro, tus ojos duelen. Si no me hablas…





-H-

martes, 27 de septiembre de 2011

Seis años ahora no son nada.

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Así que era verdad. Al final te vas. Y a lo mejor me da por preguntarme si es que algún dia estuviste. Nómada. Tus maletas siempre me han dicho a escondidas que eras nómada del tiempo. Y del espacio, claro, del espacio también. Perturbando mareas de gente desconocida a cada movimiento de filas, relaciones públicas de los fondos de vasos. Descongelados, como los hielos que adornarán las paredes de tú/mi/nuestra casa. Ahora que te vas, el frio llega antes. No me arropes con una copia de llaves, aunque suene bien entre cervezas. El llavero está a reventar y hay demasiadas cerraduras para dormir esta noche.






-H-

martes, 30 de agosto de 2011

EROS.

Aquella noche el cielo lloraba de pena porque me había alicatado a un cuerpo que no me correspondía. Me había convertido en un parásito mudo. Molesto y confuso.
Matando lentamente a una víctima casi inocente presa de su propia ceguera y deseo.
Me pasaba las obscenas horas quieto, muy quieto. Observando cómo mi presa perdía fuerzas intentando entender por qué parecía tan ausente. ¿Qué esperaban encontrar mis ojos detrás de su propia niebla?
Pasó el tiempo.
Sin importarle la muerte inminente por mi presencia, mi rostro desconfiado o mi boca cerrada, él, cada noche se desgarraba para que sintiera lo mismo que sentía cuando me tenía junto a él.
Pero yo solo me dedicaba a estar allí, enganchado a su cuerpo, succionando su energía. Cada vez más grande y él más pequeño. Lo había dejado sin fuerzas, casi exhausto, aprovechándome de su cuerpo y de su puto amor, sin ni siquiera apartar la mirada de la pared.

Cerca del final decidí mirarle a los ojos. Él ya no podía ni moverse, casi ni hablar.
Yo, maldito parásito, lo había consumido, exprimido, y encima con su consentimiento. Decido apartar mis ojos de la fría pared y dejar que por primera vez nuestras miradas empapadas en contradicciones se crucen, y me quedé paralizado.
Me había dejado llevar por la comida fácil. Carroñero. Fácil e inalcanzable a la vez. Egoísta.

Saco fuerza y tiro del velcro que me había pegado a su mitad izquierda del pecho. Al principio cuesta, y duele. Hacía mucho tiempo que estaba allí, con él.
Tiro más fuerte, y me despego.
Empiezo a caminar hacia delante y en mi cara no se dibuja ninguna mueca de remordimiento por dejarlo tirado en la cuneta, sin aliento. Herido.
El mismo aliento que le había robado para seguir mirando al sol que se reia de la noche que había llovido, porque no daba ni un duro por mi.
Dejaba un cuerpo sediento atrás y un mundo nuevo, muy nuevo por delante.
Un parásito desnudo, complejo y con ganas de Eros en algún lugar donde no conocieran mi mala reputación.





-H-

domingo, 17 de julio de 2011

reflejosdeespejo

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Por más que los monstruos del armario intenten esconderse de la oscuridad que no se refleja en los pomos de la puerta gris metalizados
Por más que intenten huir de su propio reflejo opaco…
Ellos, se sentirán observados
Poe eso prefieren entrecerrar los ojos y fruncir los ceños para poder desafiarnos con la mirada.
No sé si pensar que es ya tarde, pero se han puesto el traje de malos de serie B, intentando esconderse de una mediocridad cada vez más presente. Camuflándose entre metamorfosis de gritos que antes eran felices.
Ahora se sienten vacios sin fondo.
Vacíos de ese reflejo que les daba miedo poder encontrar al final de su mano abriendo una puerta.
Pero no hay reflejo, no hay nadie que quiera encontrarse.
Hemos perdido la esencia.
Como otros tantos
Y ya no abrimos las puertas por miedo, por los monstruos que también hay fuera.

sábado, 2 de julio de 2011

Lejos, inevitable, imposible.

No hay inspiración
cuando el agobio de lo que creía musa se ha ido
Pero es que ni siquiera llegó a existir.
Fue solo eso, placebo.
Bien servido, poco a poco.
Terminé y no era nada.
Y me encontré con eso,
con nada.
Y vi letras intentando llegar,
a nada, ilegibles.
Dicen que alguna vez fui algo más que eso,
que nada.
Mintieron.
El más uno sobra a mi lado.
El muso, la musa
siempre han sobrado
Te prefiero lejos e inevitable
El imposible menos uno
Me pone
Y la nada, también.






-H-

lunes, 27 de junio de 2011

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Me apago
Me apagas
Me apago


















                                                                                                                        -H-

martes, 14 de junio de 2011

Ella.

Se llamaba Ella.
Cada tarde llegaba a casa,  medio dormida sobre su brazo derecho. Con un ojo entreabierto mirando el paisaje en modo copiloto.
Cuando se apagaba el motor abría cansadamente la puerta y esperaba a que la recibiera moviendo el rabo su perra. Que se abalanzara sobre sus piernas y abriera la boca y sacara la lengua, como burlándose de su rutina.
Después, Ella, recorría los escasos 4 metros que la separaban de la puerta de la cocina, aún medio dormida.  Se podía intuir que sus ojos estaban casi cerrados, que se sabía de memoria el camino, pero nadie lo sabe porque siempre los ocultaba bajo su flequillo. Le gustaba pensar que era como esa especie de niebla que hay algunos días de enero. Que mira y no deja mirar.
Atravesaba la cocina, que siempre olía muy raro, una mezcla entre India y marruecos. Una fusión de especias no muy acertada.
Ella se paraba sin ganas en el vestíbulo y dejaba sus cosas al principio de las escaleras, con la esperanza de que algún día subieran solas y no tuviera que arrastrar aquella carga más tiempo. Después, volvía sobre sus pasos a la cocina. Allí la esperaba su hermana, ya sentada a la mesa, y con una mirada de libertad incipiente. De deseos de ver mundo. Si, totalmente una mirada que desbordaba independencia.
Seguidamente llegaba él, de lo profundo de la casa, con camiseta blanca y un aspecto entre niño y prejubilado que desconcertaba a la hora de adivinar su edad. Se parecía mucho a Ella, pero eran tan iguales como opuestos. Los dos admiraban la ambigüedad de un silencio y solían hacer bromas sin sentido. Sin embargo él poseía una dosis extra de confianza e ingenuidad. Era demasiado terrenal para los miles de pájaros que Ella tenía en la cabeza.
Por último, desde los fogones,  una mujer de estatura baja,  de pelo moreno, muy largo y espeso, se giraba mirando por encima de las gafas y con un cacillo en la mano derecha.
La comida ya está lista, decía. Siempre era alguna extraña sopa de mil y una verduras diferentes, aderezada con una mezcla imposible de especias. Y siempre preparada por la misma mujer de ropas estrambóticas y collares de semillas.
Se sentaban alrededor de la mesa. Ella siempre le daba vueltas a la sopa hasta que se enfriaba, tenía tantas cosas inútiles sobre las que pensar…
La televisión sonaba de fondo, como una leve melodía a la que te acostumbras rápidamente. A Ella le gustaba, la tele evitaba que tuviera que hablar. Odiaba hablar con esa gente, odiaba darles explicaciones a esos seres tan extraños. Pero a veces surgían conversaciones. 
Las empezaba la mujer de ropas raras. Su cara brillaba por sí sola sin falta de maquillaje.
Aquel día habló sobre el cielo y sus misterios. Sobre la Tierra y sus misterios. Sobre el hombre y sus misterios. Habló sobre extraños seres que  nos visitaban, sobre leyendas y sobre experiencias propias. Se hizo un silencio sepulcral.
Ella miraba fijamente el fondo de su plato mientras daba vueltas a la poca sopa que quedaba. Se le daba bien aparentar indiferencia, y siguió escuchando.
La mujer continuó hablando, de mensajes de otros mundos, de cambios inminentes, de la necesidad de comunicarnos entre nosotros y de una mente más abierta.
En definitiva, de cosas tan sorprendentes que bailaban entre la línea de lo cuerdo y lo fantástico. Una fantástica locura.
El hombre y la hermana de Ella se miraron, perplejos… No eran la primera vez que oían a la mujer hablar de estos temas, así que la misma dinámica de siempre se volvió rutina. Primero la dejaban hablar durante horas, luego cuestionaban hasta cada punto y coma de su discurso, para finalmente fundirse en una profunda carcajada.
Sin embargo, Ella permanecía quieta, rígida como una piedra. Impotente por las risas y desconcertada por el discurso de la mujer. No podía ser cierto. Ella siempre había dicho que solamente lo que puede ver es lo que existe. Punto, no hay más. No, imposible.
Sí, en realidad era lógico, increíble pero lógico. Además, no iba a tomar por loca a su propia madre. Eso nunca. Los otros dos seguían riéndose. Ella apretó los dientes y dio un golpe con la cuchara en medio de su plato. La sopa le salpicó la cara, la ropa y los brazos. Nadie se dio cuenta.
Pero ¿por qué se reían? ¿Qué tenía de gracioso todo eso?- pensaba-  Se están vendando los ojos ellos mismos. Somos tan pequeños y el universo tan grande… Está claro, no estamos solos.
A Ella se le cayeron todas la teorías. Había recibido tanta información de repente que no sabía lo que hacer.
Así que se levantó de la silla, recogió su plato y encorvada sobre su espalda, arrastrando los pies como un muerto viviente, se deslizó hasta el sofá. Sin pensarlo se desplomó sobre él y encendió la tele.
La tele. Ahora su dulce melodía no le deja pensar, sobre todo lo que ahora sabía y le asustaba. Sobre lo desconocido. Ahora las dudas y los problemas los tienen los personajes de las series, Ella solo debe mirar. Mirar hipnotizada y esperar a que se le cierren los ojos lentamente y se haga el silencio. Ese silencio que tanto añora en estos momentos.
Para olvidar. Todo lo que ahora sabe. Para no tener miedo a que la llamen loca.
Ella, no está loca.





-H-

viernes, 3 de junio de 2011

Amniótico.

Solo cuando el sol hace horas que se ha escondido. Solo cuando mis pupilas reflejan la luz blanca y amniótica, solo entonces puedo pensar. Solo entonces saco algo claro de todo esto, de todos nosotros.
Cuando los latidos empiezan a retumbar en la cabeza y gritas cerrad la puerta, entonces quizás saque algo en claro, quizás no me hagáis dudar.
Quizás pueda escribir algo comprensible, antes de que se acumulen los golpes sobre las teclas, o quizás no.
No es fácil hacerse impermeable y volver al origen, en posición fetal, haciendo de espectador de un mundo tan extraño.
Y me limito a agarrarme las rodillas y que rocen mi barbilla y cerrar los ojos, que a veces se abren y miran hacia arriba pidiendo explicaciones de por qué no entiendo nada.
Por qué las prisas, por qué los agobios, por qué la competitividad obscena de en una carrera donde todos conocemos el final.
Aun as , en mi atmósfera de incubadora,  no logro comprender las excusas de todo lo que hemos construido.
Apretar los puños y los dientes se ha pasado de moda, pero siguen siendo actos reflejos. De todos nosotros. Y morderse los labios y dejarlos en carne viva de impotencia.
De impotencia de ver como vomitamos mierda los unos de los otros y querer cobrar por ello, pedir aplausos y una palmadita en la espalda.
Impotencia porque me atan, me atan las escasas veinticuatro horas de un reloj poco flexible.
E impotencia porque me ahogo, me ahogo entre vuestras prisas y manos a las cabezas y santos al cielo.
Impotencia de la propia impotencia de dar consejos y nunca seguirlos.
De pie, sabiendo que cuando amanezca todo será igual, los mismos miedos, la misma ignorancia, las mismas pocas ganas, los mismos vaqueros, las mismas legañas, el mismo poco estilo para todo…
No es fácil volverse impermeable, aguantar las ganas de gresca y gritos.  Solo acuérdate de limpiar el sudor para que la acción no se acumule.
Y tragar resignación porque la saliva se desperdició intentando cambiar vuestro mundo perfectamente des-construido, roto y frio.
Asi que perdonad si desisto en entenderos,  será porque no me queda saliva, o ganas o que va por rachas, será por algo que cuando me hablais solo pienso en encogerme para meter mi cabeza entre las rodillas y solo notar que yo estoy viva. Y que lo demás no importa nada.

11/05/2011
Ahora, hay algo más de esperanza.¿ Por qué no?





-H-

viernes, 20 de mayo de 2011

YA


Acaban de explotar las bombas de relojería que muchos olvidaron que teníamos  escondidas en lo más profundo y oculto. Latentes, en espera desesperada. Moviendo la pierna derecha a modo de tic desenfrenado esperando a cualquier día que fuera bueno.  Para decir basta.
Para pensar.
A mis pocos años, oír la palabra revolución en España se me queda grande.
Y me gusta. Porque hasta ahora para todos éramos la generación sin futuro, la pasiva, la acomodada, cerebros llenos de alcohol y drogas de diseño. La que no había luchado en guerras ni había tenido que emigrar.
Mirad, también sabemos hacer otras cosas.
Se empiezan a ver puntas de lanzas y corazones afilados, nuestra propia guerra.
Nos vemos mañana, pequeño Sol. A ver que nos dice tu noche.






-H-

miércoles, 11 de mayo de 2011

Estrella.


Las gotas juegan a resbalar por el cristal oscuro. Ajenas a todo, corren de un lado para otro. No les da tiempo a mirarte, pero tú si las miras. Y allí puedes estar minutos, horas, días… mirando solo como se adelantan unas a otras y como algunas suicidas mueren en el intento. Y como poco a poco tu mano las va calentando , y se aceleran.
 Con el mismo gesto intuitivo vuelves a beber, y la dejas encima del cerco ya hecho por gotas agónicas.
Miras lo que tengas más a mano. A veces césped, a veces nada. A veces apuntes, a veces caras blancas que se ríen como solo ellos saben.
Y la coges, como si la cerveza fuera el cuerpo más delicado que haya tocado tu mano. Y vuelves a beber.
Y la dejas.
Y  tragas.
Y miras a lo que sea que estés mirando. Sientes una extraña sensación de vacío, de falta de sentido, y suspiras. Hasta quedarte sin aire. Y echas otro trago. Y la dejas.
Y no dices nada.
Y bebes.
Porque no tienes nada mejor que decir.
Y ya no hay gotas, ni nada, solo dos dedos calientes de cerveza, con tres colillas flotando. Pero la sensación extraña sigue ahí, como una patada en el estómago. Asfixia.
Vuelves con los demás, con lo que sea que estuvieras haciendo. Y te ríes, por no hablar de temas que dejan la boca seca y cuestan tragar.
 Que descuidado tengo al mundo, piensas. Si cada vez somos más y estamos más solos.






-H-

lunes, 2 de mayo de 2011

La auténtica historia de los Hombres Musaraña.



Que no va de vampiros morcilleros ni de los que parten el bacalao ni de partidos en el camp nou.
Va de ellos, de los auténticos, de los verdaderos.
Mis hombres musaraña, esos niños llenos de piojos y rodillas peladas.

[...]

Los hombres musaraña comían  limones, llamaban a los timbres, se rompían los dientes y se peleaban.
Los pequeños hombres musaraña juraban que jamás besarían a una chica, se caían de los árboles  construyendo fuertes y a veces, de muy vez en cuando soñaban con ser mayores y poder acostarse tarde.
Inocentes, pensaron que así serían libres.

[...]
Pero un verano, como pudo ser otro cualquiera, los hombres musaraña desaparecieron. Dejaron de encontrarse, dejaron de esperar en el parque. Y se quitaron las capas y las espadas de madera. Aparcaron las bicis y guardaron los globos de agua. Y se pusieron pantalón largo, y gomina.
Lo que antes eran castillos, barcos y bosques encantados, ahora yacían como meros bancos y árboles.
Los hombres musaraña se echaron colonia y taparon con polvo los bólidos de madera. Guardaron las herramientas robadas, pero siguieron cagándose en la puta de oros y en la madre del vecino, que para ellos venía a ser lo mismo.
No se despidieron, ni dijeron esto se acabó, simplemente creyeron haberse hecho mayores. Y fingían.
Fingían no estar rotos por dentro. Fingían no buscarse, fingían buscar nuevos amigos. Fingían no quererse.
Lamentaron no tener ninguna aventura a destacar, porque todas eran buenas, todas las batallas y chichones merecieron la pena, pero nadie dijo nada al marcharse. No tuvieron una “Gran Victoria” ni una valiosa lección de la vida. Cambiaron, sin darse cuenta, como todos los niños. Aún se veían todos los días, y a veces se sonreían vagamente para volver a sumergirse en sus complicadas vidas sociales. Amigos, enemigos, novios, novias, jefes, empleados, navajeros, desempleados…
Empezaron a mirarse diferente. Peor, a no mirarse.
Creyeron que serían libres y ahora lloran al mirar sus cicatrices en las rodillas y los balones rotos. Y al recordar la primera fiesta en casa de esa chica que les seguía a todos lados, que se ensuciaba más las manos, que les pegaba, que saltaba más alto y escupía más lejos. Y que prometieron al unísono no enamorarse nunca de ella.
Siempre serían los Hombres Musaraña, y ella. Y ella.


Hay quien piensa que la desaparición de los Hombres Musaraña se debió a que ella tuvo que marcharse. En ocasiones, uno de ellos se le acercaba con ojos de incertidumbre y le preguntaba tímidamente si regresaría algún día.
Puede, dijo. Tal vez, puede.
Y esperaron, por primera vez esperaron.
Así fue como dejaron de creer en su única patria, la infancia y proclamaron La República de los Hombres Musaraña, y ella. Siempre ella.





-H-

lunes, 11 de abril de 2011

Involución.





                                     




                                        

















-H-

sábado, 9 de abril de 2011


Nos dicen que las estaciones tienen contratos de tres meses con el año, y que son fijas en su ir y venir.  Que puntuales llegan y se van el día veinte y tantos.
Y te enganchas como un poseso al mes de enero , tachando con cruces rojas los días que pasan hasta marzo, arrancado días, solo por poder decir…ya es primavera.
Que va, no es primavera.
La primavera llegó hace algún tiempo, acompañada del olor a césped cortado del parque de enfrente.
Llegó con el olor a aire fresco por las mañanas, con la esperanza de volver a mirar por la ventana.
Con las chaquetas olvidadas.
Tanto apuraste el calendario que  languideció deshojándose en la pared, tanto llamaste a la primavera, tantos latidos dieron nuestros putos corazones que se desgastaron en verano.
Pero aún así, la hierba seca, el agua salada y las sabanas mojadas, nos dieron fuerza.
En verano.






-H-

viernes, 1 de abril de 2011



Poesía de cuarto de baño.
 De azulejos blancos y vistazos rápidos mientras se secan las manos.
Seguro que has escrito mil más. Pero justo esa, poesía en el sitio menos esperado.
Letras negras sobre fondo de pergamino.
 Y por un momento reniego de la herencia. Lo leo.
Hago un esfuerzo por no entenderlo, pero es demasiado obvio, Me sé de memoria todas las metáforas, comparaciones e hipérboles de tu vida. Culpa de puertas mal cerradas que dejan pasar voces a demasiados decibelios de dolor.
Y aún así, un par de frases hacen que ahora mire los azulejos  más a menudo.
 Y es que el marco ya rebosa valor, por escribir tu nombre con todas sus letras al final de la misma donde volcaste quien sabe si algo más que tu alma. Seguirá colgado al lado de la puerta. Y lo lea quien lo lea, sabrá y podrá desnudarte con un par de preguntas arriesgadas.
Yo quizás no sea tan valiente como tú,
ni coja el toro tanto por los cuernos,
Quizás,  niego seguir tus pasos y acabaré como todas, siendo una copia mal hecha, de la que estarás orgullosa y yo, me daré asco.
Hambre aspirando a ser sobras.
Estabas muy ocupada en tu propia metamorfosis cuando me lancé al vacio, y tus alas demasiado débiles para cogerme. No me diste de comer cariño cuando lo necesitaba, ni una mano en la que en su palma se leyera:” Echémosle huevos, hay que ser fuerte”
Admitámoslo, confianza más que volátil y cada vez más extraños.
La historia se vuelve a repetir y ahora no me pilla en pantalones cortos ni en muñecos por los suelos. Ahora, aunque sea triste, no hay nada que superar.
Soy yo la que dice:
Venga, échale huevos.






-H-

martes, 29 de marzo de 2011

Definitivamente,
Todos estamos algo enfermos.
Se huele a hospital en cada casa.
A vidas esterilizadas de blanco.
Y los jóvenes hacen señas desde sus balcones,
pidiendo poder sentir el barro en sus manos.
Pero ahí está. La piedra,
la misma piedra de siempre.
Si. Definitivamente, todos estamos algo enfermos.
Y cojos. De tropezar con ella una y otra vez.
Que no hemos aprendido nada del ser humano,
porque ya no tiene nada nuevo que enseñarnos.
Solo tiene
Una piedra.
Muchas.






-H-

lunes, 21 de marzo de 2011

¿Democracia?

Camino.
Miro al suelo y todo mojado, por las babas de elegantes zombis que mendigan algo de dignidad y sueñan con una felicidad que no existe. Por lo menos para ellos ya no, que solo les queda ser carne de buitres y abono de suelo.
La credibilidad la perdieron cuando nos dimos cuenta que eran la misma mierda con distinto nombre, y ellos echaron arrugas intentando convencernos de que eran los elegidos.
Con una mano para ahogar cuellos contrarios y la otra saludando a innumerables autobuses del imserso.
Vaya que suerte, bocadillo gratis. Mortadela… y a desconectar el sonotone, abuelo.

Y venga, a disfrutar de un teatro lleno de marionetas, que viven en realidades paralelas de maletines y banderitas de colores. Con conciencias limpias de no usarlas.
Que los niños ya no tienen miedo a los monstruos del armario sino a los del futuro.
Pulsa el botón de “Mute” cuando salgan en la tele. Reinventa su discurso. Porque somos las armas más peligrosas. Si me aprietas, de destrucción masiva.

Pero mientras tengamos la boca tapada de comida basura, los ojos cegados de letreros brillantes anunciando ofertas dos por uno y las manos atadas por miles de bolsas repletas de ropa…mientras nos digan lo que hacer, donde ir, que decir, que NO decir.
 Mientras esto pase seremos inofensivas armas para el estado, y en estado latente.

Y si el alma algún día se cansa de telebasura y se nos resiente…
Adoptemos un negrito y durmamos tranquilos por las noches.






-H-

miércoles, 16 de marzo de 2011

sábado, 12 de marzo de 2011

Mi casa. Vigesimotercer micro-relato.


Casas, solo casas. Cimientos, de los que se los lleva el viento o aguantan a cualquier lobo que quiera soplar. Te miran cuando te vas, pero saben perfectamente a la hora que llegarás. Calculan frías tu rutina, y desde las ventanas más altas se oyen carcajadas. Porque saben que debes hipoteca de resignación. De esas a largo plazo sobre tus hombros e interés de ceros porcientos.

La mía hoy me ha mirado, imponente, con ojos de vidrio muy abiertos y boca de madera arañada de desaire.
Exiliada de tus muros, lo sabes. Demasiadas rejas. Me has dicho que como siga así borrarás mi nombre del buzón.
Qué quieres que haga, si eres donde vivo y no de donde soy, que al igual que de un país uno también es de su casa. Y perdona, pero nunca me tuviste, ni siquiera en otoño, cuando más bonita estás. Y más verde.
Y tu tan fría y grande, llena de agujeros negros y falta de calientes.
Es como encerrarse sobre sí mismo y retroceder en el tiempo, el tiempo que pasa despacio.
Muy despacio.
El cartel de salida precede a un laberinto infranqueable y desplaza al resto del mundo cien kilómetros a la redonda. Nadie, no hay nadie. El timbre lo he quitado porque estaba sin estrenar después  de tantos años, y las paredes aburridas de ver las mismas cuatro caras pálidas de siempre, En la nada. Eso es lo que se oye, nada.
Sigue mi bandera sin calle ni número.




-H-

miércoles, 2 de marzo de 2011

Made in china

Sentirme peor que la nada sin razones. Ver la lluvia de cemento y no poder moverte porque no te dio explicaciones suficientes.
Exprimes los ojos cada noche y cuanto más lo haces, al fango más le gusta tu sabor a derrota.
Más le gustan las leyes de la gravedad y una especie de física que nunca entendió de teoremas para estos casos.
Párpados cansados forjados de hierro y ceguera  difíciles de abrir porque se cansaron de mirar lo que no les gustaba y el sol era demasiado agresivo para esos días gris estación mojada.
un charco de agua salada para mirar el reflejo, que la verdad  así en directo nunca tuvo buena acústica.
Mira, la conexión hoy no trabaja a tiempo completo. Será casualidad, pero me importa menos que nunca. Y llueve. Como eternos golpes en ventanas que no daban a ningún jardín. Y me hablas. De historias de otros. Siempre son otros. De esos que no se fabrican en serie. Expuestos en elegantes mostradores hechos del boca a boca.
 Pero mírame llevo el código de barras en la nuca, grabado a conciencia con tinta que amenaza con ser eterna.
Fango, ya me llega por las rodillas y su abrazo es caliente de miseria.
Cadena de montaje. Pero pieza a pieza y que no falten los defectos de fábrica.
 Me sirvo en frio. Y tan fría que me congelo.
 Nada nuevo. Nada que te haga abrir la boca mientras lees esto. Nada que ofrecer a nadie
Monotonía mental y  el caos de vivir aquí dentro. Si salgo hace frío, mucho frío. Y si me quedo, agonizaré lentamente hasta volverme loca de presión. Anoréxicas decisiones se volvieron, por vivir en tan poco espacio.
Ya  llega por las caderas, y sigo pensando en lo que haré cuando llegue a las cejas. Quizás cante alguna canción de anuncio pegadizo para gastar el poco aire que me quede en algo improductivo, como siempre.




-H-

viernes, 25 de febrero de 2011

Queridos no lectores:


Dicen que esto de los blogs es un atentado,
un ultraje, una herida en carne viva a la intimidad.
Llámenlo como quieran, pero yo supuro intimidad por los poros.
Arcadas de silencio que se acumulan.
Ahora solo quiero escupir.
Sangre de palabras.





-H-

miércoles, 23 de febrero de 2011

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Siempre dibujé  bien en aquellas mesas verdes.
Decía que en el papel no era lo mismo.
Todavía  me sigue resultado demasiado frio, demasiado blanco.
Y esta noche he vuelto a llenar mi mesa de color carbón
No pienso pasarlo a limpio.




-H-

domingo, 20 de febrero de 2011

cunetas y huesos





Domesticamos a los que no lo eran.
Destruimos el lecho de los que quedaban libres.
Abandonamos a los que no fueron lo suficientemente obedientes, guapos o jóvenes.
Otros simplemente intentaron huir de casas donde el aire se anunciaba artificial.
Y al salir a la calle, los rayos de sol a los que no estaban acostumbrados y el viento demasiado puro los confundió.
Desorientados, buscaron en los más hondos instintos su brújula interna. Esa que les llevaría de manada en manada de libertad.
Sin embargo encontraron cemento y alquitrán. Asfalto y motores.
Y en ellos, su tumba perfecta. Llenando las cunetas sin querer...
De pulgas y huesos.
Se acumulan.
Hoy he visto a uno más, lleva ahí, en el mismo punto de la línea discontinua desde hace algo más de una semana. Y cada vez que mi cuerpo acelerado noventa  kilómetros hora pasa casi rozándote pienso.
En ti y en tu historia. Si serás tú, Odisea, por la que Troya llora todas las noches, arañando cristales con zarpas de teechodemenos. Y por las que siento a veces  que las rejas de mi casa sean tan anchas.
Si serás tú, raro pelirrojo a contraluz, la que has dejado medio coja a mi Grecia particular.
Quizás no lo seas, quizás nunca tuviste dueño ni jamás probaste el calor de múltiplos de cinco dedos sobre tu escurridizo lomo. Pero se que seguiré viéndote cada mañana. Posición horizontal sin vida, pelo negro y largo movido por el golpe de rebufos con traje de chaqueta que nada les importas.
Y a ti, como he dicho, carreteradelinfierno, seguirán uniéndose más pulgas y huesos.




-H-

lunes, 14 de febrero de 2011

Hambredevida.



Vencisteis a la mala memoria de la historia a base de  guitarras que levantaban pasiones y minifaldas.
Vuestras gargantas diluidas en alcohol setenta grados de evasión y locura traspasaron tímpanos y corazones.
Y un buen día os disteis cuenta  que en uno de los estantes del recuerdo estaban vuestros nombres  marcados con hierro y fuego.
Éxito le ganó el pulso a Olvido, pero vuestra carne ya olía a gusanos.
Vosotros, que fuisteis, más muerte que vida.
Por eso  -si como yo no sueles pisar alfombras rojas- asustan tanto el tiempo y el olvido.
Que de mi solo queden viejos relatos de pelo blanco y dos o tres fotos viejas.
Que sea una anónima más de la historia.
Que nadie recuerde mi cara.
Que arrugas predigan mi destino.
Pero seré más vida que muerte, aunque muerte -inevitablemente-  sea para siempre.




-H-

martes, 8 de febrero de 2011

Teclas



Hace ya tiempo que os cambie por las 5 vueltas a la pista, los 3 palos, el esfuerzo,  las botas y las heridas en rodillas y codos.
Y pequeñas, os cambié porque sí. Por la presión, la impotencia de querer y no poder…Pero principalmente porque fuisteis una imposición.
A pesar de lo bien que me sentía acariciándoos, cada semana mataba por no acudir a nuestra cita. La tortura de sentir notas que no había podido aprender. Caras de decepción y sudor en las manos, alimentadas por excusas de niña baratas.
Ha pasado el tiempo. Ahora mis dedos ya no tocan madera sino cuero, y a veces se retuercen sobre ellos mismos cuando se acuerdan de vosotras, oyendo canciones en la radio, anhelando bailar otra vez sobre cuerpos blancos y negros.
Repentinos  ataques de nostalgia. Voy y levanto la negra tapa del Yamaha. Antes de empezar observo cuidadosamente todas vuestras piezas. Os quito el polvo. Y sin tan siquiera rozaros, mis dedos os acarician una por una. Comienzo a tocar la melodía de siempre, esa que aprendí de memoria y de la que los vecinos  ya están hartos. Pero da igual, sigue sonando a eco de mar cansado.
Agacho la cabeza, porque noto como mis dedos ya no fluyen. Os reconocen, claro. Quien podría olvidaros después de diez años […] pero no es lo mismo.
Tranquilas,  algún día volveréis sobre desgastadas articulaciones, y juntas, en orgasmo de sostenidos anunciaremos a los incrédulos nuestro regreso.
Pero por el momento, queridas, aquí abajo, solo se escucha blues de defensa y ataque.
Y así, acabó en el olvido, la niña que soñaba con tocar el piano en la luna…



-H-

miércoles, 2 de febrero de 2011

Algo grita por dentro.


                                



No sabe de sentimientos precisos, pues todos se ahogaron en copas de bar.
No sabe decidir en el momento, su cabeza da mil vueltas por imagen.
No sabe hablar, el odio y la injusticia le dejaron muda.
No sabe elegir, prefiere hacer un puzle con los trozos de vidas pasadas.
No sabe reír, sus ojos han visto demasiadas palmas abiertas a contra luz y bocas que predecían exclamaciones.
No sabe llorar, perdió la llave con la que cerró sus puertas al mundo.
No sabe ver la luz al final de los túneles, sueña con empezar una y otra vez de nuevo.
No sabe de responsabilidades, prefiere dar largos paseos por el cielo.
No sabe de cuentos, se saltaba siempre la parte del príncipe y el beso.
No sabe qué hacer, si salir a dejar sordo al mundo o esconder la cabeza entre sus rodillas.
Por supuesto no sabe dormir sola, porque si no encuentra tus brazos busca cualquier cuerpo que le haga de manta.
Por no saber, se olvidó de su nombre.
Y  la llamaron, espiral.
Y con su nombre una deuda.
La de encontrar entre tantos círculos concéntricos algo que diga; aquí no todo huele a cárcel.



-H-

domingo, 23 de enero de 2011

Donde llegó el olvido a soltar la melena.


 

Escuchar la misma canción de siempre, año tras año.
 Cada nuevo play suena diferente, ¿cómo lo hacéis acordes? Que en cada vuelta de tocadiscos me sacáis hasta lo que ni siquiera tengo. Respondedme. Eh, ¿cómo lo hacéis?
No sé por qué, pero mi turbulenta mente os dibuja en el aire como viejo de sombrero desgastado,  barba de lija  y mirada de << te lo hubiera advertido si me hubieras dejado>>.
Maldito dedo índice, haces que vuelva a sonar.
Esta vez ya no se que sentir. Como quieres que lo sepa si la piel de mi cuerpo se ha confundido. Con tantas notas, y tanto sudor de corchea, y tanto solo de guitarras desgarradas. De esas que desenfundadas cogieron más frio que polvo por dormir en suelos duros, y de las que desafinaron por querer sentir tu mano izquierda sabor tabaco sobre sus cuerdas.
Y  temblando, como en la mayoría de recuerdos en mi vida, cierro los ojos. Me apoyo en la pared y mi espalda va resbalando. Gravedad, no falla. Haces que me quede muerta en el suelo. Pensando en el por qué y en las circunstancias.
Dislexia mental de mis razones y co-razones, que se empeñan en hacerse un lio cuando ya casi he deshecho el ultimo nudo. Que quieren volver sobre sus pasos para ver si algo falla y…mira, un cable suelto, tiremos de él y a ver qué pasa.
Y aparece ella, tortura para jugar conmigo. Al juego de muevo ficha, desaparezco, y el muerto pa´ quien lo quiera. Y joder que casualidad,  me encontré con dos corazones y la mitad de latidos.
Ya ves, que tanto rodeo para nada, para seguir igual. Que me he dado cuenta de que el efecto era placebo y sigo haciendo la tonta, entre letras y sin saber desnudarme.
Todo muy bonito pero el miedo es mayor que la melodía, y el temblor sobrepasa paredes.
 Pero qué coño, léeme los ojos, que yo más no me atrevo.




-H-

jueves, 20 de enero de 2011

Sea como sea.



Sales del cutre-baño de mi refugio nucleBar.
 Te pasaste para un rato, pero preparo tus cosas para una temporada. Me asomo, y tú ya has escrito toda una historia en sus paredes manchadas con rímel corrido. Puede que quizás aquí también haya sitio para tu mierda. ¿Por qué no?
Qué casualidad, he pedido de esos quintos  de locura en prosa que tanto te gustan, por aquí hoy están de oferta. Efectos secundarios imprevisibles, puede que camas demasiado llenas o demasiado vacías, quien sabe. En todo caso  perfecto para sentarme delante de ti, no, mejor al lado, y escuchar una a una historias de capitanes sin timón y vientos sin hojas que mover.
Bebiendo poco a poco, para digerir todo esto, que lo de perder la cabeza a veces se atraganta. Pero no por eso dejaremos de hacerlo.
Sabes lo que es comerte el mundo cada noche. Sabes lo que es morderte los puños por no poder salir a gritar al mundo, que existes y que se va cagar. Que te recordaran en cada esquina de estos suburbios, que huelen a porro y sudor. Entiendes de ganar, y como todos, de perder. De quedarte con las ganas, y de chupar de ellas hasta reventar.
Pero pequeña, como tú también me llamas, no te arrepientas de nada, ni si quiera de haberte caído. Cojones, eso es lo que tienes, de hacer lo que nadie, de romper típicos tópicos y dejar claro que aquí, la que marca el ritmo de la vida eres tú y no los demás. A quien no le gustaría.
No hace falta que yo escriba ni una sola palabra para convencerte,- más que nada porque solo entiendo de escuchar-, ya lo hace la gente que dice, que te volviste loca una triste tarde de invierno, cuando solo pedias tiempo muerto.
<<Que quiero descansar joder. Bajarme de esta mierda. Mirar, y si eso, ya veremos después.>>
Y es que tus ojos deberían secarse en mi hombro, mientras planeamos sesiones de ecotapersex, vaya. Pero no estoy allí, contigo, en esta clase de simbiosis a distancia, que sin quererlo, hemos ido forjando con días de pavo y cereales.

-H-