Feliz día de la poesía.
Entiendo eso de la violación que supone que yo venga aquí a explicaros
de qué va la poesía estos últimos días conmigo y lo poco que os importe. De cómo me está
tratando. De lo mal que lo está haciendo. De lo enfadada que está conmigo.
Entiendo que me juzguéis por intentar hablar de ella como si la
conociera desde pequeña. Como si hubiéramos compartido, creciendo, la misma copa. Como si hubiéramos mantenido la
mirada dos eternos segundos antes de besarnos.
Pero es que la he sentido tan mía…tan musa y tan prosa…
Que ahora no sé por qué quiere irse de mis manos. No sé qué coño le
pasa, desde que mi vida es un poco menos drama. Si acaso cree que la tengo
descuidada.
A veces pienso que me tiene envidia por no querer escribir sobre
pechos rotos, ojos mojados y labios con mucha, mucha sed. Espaldas descubiertas faltas de abrazos y
todo el frío que supone que acabe el invierno y no llegue ninguna primavera
después.
Envidia porque no me rompo hasta que ella sale por la puerta. Envidia
por que aún no sabe muy bien quién es la dueña de esas piernas.
Poesía estúpida que sabe que cuando lloro y me hundo escribo mil veces
mejor que cuando sonrío.
Y aún así, poesía rencorosa que sabe que ya no paso las noches con
ella. Que me odia porque llego tarde a nuestras citas, y solo le dedico
aburridos mediodías.
Y bueno, eso de que los pocos dramas que me quedan escondidos ya no son agradables para los odios, ni para
los oídos. No los alimentes más, poesía, por dios. No le pienso dar el placer
de escribir sobre toda mi mala suerte, y
que creo que es el precio (muy justo) que tengo que pagar por tenerte unas
cuantas horas 3 veces a la semana.
Entre mis brazos.
Seamos por una vez realistas; ¿Qué clase de poesía pretendo escribir?
Si ya no quiero guerras si no hay camas
de por medio. Si mi espalda ya no está tan sola, si la primavera se ha
adelantado por que le tenía ganas a este frío.
Me gustaría deciros, de verdad, que estamos todos condenados a ser grandes
poetas. Locos o ahorcados. Sobredosis como única forma de volar y de crear. Que
hundidos y tocados, borrachos y fumados seremos obras maestras de la literatura
callejera.
Pero no puedo porque se lo que es sentirla tan droga dura y yo con
este mono.
Y aunque juegue con mi muerte, con mi suerte,
yo ya no quiero morirme,
ni en broma,
ni en poesía.
-H-