martes, 3 de diciembre de 2013

El día que me destrocé el sueño por ti



(Declaración completa de intenciones)


Yo, que he gemido solo con un beso
Que he sido llenada tanto
De tantas primeras veces.
Hablo de esas de las que no se atreve a hablar ningún libro
Porque sería manchar páginas de historia
con dedos prohibidos.
Hacerte el amor contra cualquier enemigo.

Yo, que he cambiado el polvo
Por el plural
En cualquier superficie que nos aguante,
Y olor a corazones electrocutados
Infinitamente rojos.
Por explosiones de libros,
Por hojas volando.
Yo, que podría dedicarme a ser fosforita
y sin embargo,
prefiero consumirme siendo la única luz
De tu cartel publicitario.
Yo,  que mi mejor sonrisa
Te la he dedicado a ti
Con la boca llena
Tras un orgasmo.
Que hemos tenido al mundo entero
Temblando en nuestros brazos.
Yo,
Jodidamente
Inocente
Y pervertidamente
Dulce

Reventaría cualquier boca
con el único propósito
De salvar la tuya.



-H-

martes, 26 de noviembre de 2013

Y TÚ, ¿POR QUÉ CORRES?


Pedí  volar pero el poder que a mí me tocó fue el de encontrar lo más triste entre toda esta felicidad. 


Odio a la gente que sale a correr
Y no tienen ningún monstruo que les persiga
¿Se puede saber de qué  coño* huyen?
Si yo saliera a correr, de verdad que no volvería.
Si yo saliera a correr sin esta enfermiza obsesión
De comprar siempre
Un billete de vuelta…
Ando, que es lo único que me pude enseñar.
Pasos con la cabeza jodidamente alta
Y los ojos vendados.
Otra forma, mucho más lenta
Y consciente
De huir.
Marcando muy despacito y con saña
Donde me daré 
El próximo puñetazo.

O puede
Que no corra porque no estás tú
porque ya solo concibo el verbo
En reflexivo y sobre tus manos.

Odio cuando te duermes
Y no es a mi lado
Cuando somos piezas sueltas
Perdidas en ciudades diferentes.
Cuando tu pecho no se rompe en mi espalda
Cuando mi culo no roza tus muslos
Cuando mi pelo no acaricia tu cara.
Odio los “hace dos minutos que te has conectado”,
La manía persecutoria que me agota cada noche
En esta pantalla.

Odio no poder dormir por pensarte.
Odio recordar
cada uno
de
nuestros
días.

Odio memorizar los meses,
 las semanas,
Las horas exactas
De las cosas tristes y frías.
No te preocupes, todavía logro llorar
Más veces por amor
Que por cuando solo me besabas estando borracha.
Sigo sin dejar que me cosas tus propios rotos
Aunque intentes curarme las heridas que llevan tu nombre
Me dueles cada vez  que hacemos memoria.


Hoy he sido
el centro de atención de los tristes
Buscando un centro de desintoxicación
De mis propias cadenas
Y que me crean libre.
No saben
Que yo solo soy libre sin bragas
Y en tu puta piel enjaulada
(digo puta, porque su falta me la están cobrando muy cara)

Busco un cenicero
Y cómo no fumo
No se dónde meter toda esta ceniza.
Soplo.  Se apaga la luz
Y toda esta oscuridad asmática
Te pide un deseo y se lo calla
Para que te cumplas.
Otra vez.




-H-

*coño como sinónimo único de mujer.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Bukowski was here.







Como la vez que te escribí con mayúsculas, reconozco que es la única forma que tengo de gritar. Y tecleé que te quería, porque era lo que me estaba quemando muy en silencio.
Intento verte entre las miradas al suelo del metro. Y solo veo pies y gente muy muerta por dentro. O será eso de estar enterrados vivos bajo techo - de ningún cielo-, en una carrera constante entre líneas para llegar a la superficie e inhalar algo de vida que echarse a los pulmones. 
Yo sigo buscándote, no se muy bien por qué, pero a esta hilera de vagones los intuyo sesenta centímetros de infinitas paradas hasta el anden con salida a tu pecho.
Y me dejo pasar por el tiempo. Esperando a despertarme de los sueños raros y que me encuentre tu boca si pierdo (alguno de nuestros vuelos).
VEN, en mayúsculas. Te grito porque a ver si cuela, te enciendo, me quemas
y hacemos de las revueltas, 
nuestra cama
y si quieres,
nuestra cena.


-H-

martes, 29 de octubre de 2013

400 kilómetros hasta la orilla de tu playa


15/10/2013

(la desesperación de casi un mes sin vernos)

Me fui y no me arrepiento.

Me aferro a la posibilidad de secar distancias
Por  si encogen.
Y que me sigas queriendo.
Que los silencios no duelan.
Me engancho con las yemas de dos dedos de una sola mano
a las rocas de las malas estadísticas y
acabo cayendo.
Caigo sobre todo el colchón de amor violado
De los no creyentes
Y me da tanto asco.
Tengo un millón de post it  que me gritan
Desde la pared y en mayúsculas que me acuerde de llamarte,
Pero nunca lo hago.
Tengo un tic nervioso en el pie izquierdo
Si echo cuentas
Y cuento 3 hacia atrás
Y al llegar a cero, los días no son segundos y esta puta semana
Se me hace   i n t  e  r   m   i   n   a    b     l      e .

SIGUE SIENDO MARTES

Si no pasa el tiempo voy a tener que desatarme.
Salir a buscarte.
Desamarte. Y aprenderte de nuevo.
NECESITO que vengas, y me aprietes todos los nudos.
Porque tengo pánico de esta ciudad tan llena de sirenas
Cantando muy bonito mientras adelantan coches.
De enfermo en enfermo.
De herida en herida.
Un destino irremediable de hospital.
Me explico:
Prefiero sangrar en tus brazos
que en cualquier habitación desconocida
de la planta de cardiología.


HUELGA A LOS SILENCIOS
Necesito tu voz.
Que me cago de miedo. Como la vez que no me besaste
Y yo me jodí los nudillos en una pared.

Dame las buenas noches y seré feliz.
Dime que te duele, que has llorado
Y yo tardaré un segundo en abrirme el puto pecho
y dejarlo salir
¿Lo notas latir? Porque debe estar allí, contigo.

Y dejarme de metáforas.
No quiero que seas ni mar
 ni volcán, ni montaña.
Solo un poquito REAL
Y que aparezcas para llevarte todo este pánico a la oscuridad del cielo sin estrellas de Madrid.

Vuelvo a casa, bajo por la boca del metro e imagino que es la tuya y entro. Corro por las escaleras rozando la pared con los dedos pensando en tu garganta. Me siento y pienso. Por qué están tristes, si estamos dentro.

Que digo; que me fui y no me arrepiento.





-H-

domingo, 22 de septiembre de 2013

La historia inacabada de la mujer planeta.



Existe, en unas coordenadas imposibles de alguna galaxia improbable, la religiosa certeza de las curvas de la mujer planeta. La misma que le declaró la guerra un día, cielo a cielo, a los cometas que me volaban la cabeza. Cuando pasaban: tres segundos eran suficientes para crear un poema.

Eran días de borrachos en un universo vestido de fiesta. Andábamos elípticas y paralelas, sin notarnos, en un sencillo baile de astros desconocidos y rastros de ron-cola con descosidos. 
Yo era un sol con complejo de noveno puesto en su sistema solar. Un Plutón desprestigiado y frío, pequeñito, que solo se atrevía a abrir la boca en el más absoluto silencio cósmico ante ese metro ochenta de terrible mujer planeta. Y vibrarme en cada movimiento de su rotación. Un fenómeno paranormal acelerado. Sujeto de cualquier ansiado estudio astronómico por lo raro de su atmósfera y cómo su olor me hacía sentir en casa aun estando a años luz de mi constelación.

Por eso me entenderán cuando les digo que no tuve otra opción. Con toda la comunidad científica en contra logré cambiar las leyes de la física en un intento suicida y sin escafandra de convertirme en su sol satélite, girando y contento alrededor de ella.
Espectador de cada curva de las carreteras interminables de su superficie. De la anarquía domesticada de sus animales  más salvajes. De cómo se sabía dueña de la oscuridad del espacio paseándose tranquila y desnuda sobre ella.

Y fui, porque tenía que ser, la primera estrella que se mordió el labio por todos sus volcanes en erupción. La primera que creyó en la resurrección de los extintos. En esa contaminación incipiente que la hacía sucia y bonita a partes iguales. Y no me hagáis hablar de sus mares y de todo el vapor que se forma cuando se mezclan con mi fuego. Ni de cómo planeé colonizar cada una de sus montañas para luego agachar, avergonzada, la cabeza por haber querido ser dueña de tanta belleza.
Eso éramos, la terrible mujer planeta y un pobre sol satélite, follamándose por culpa de alguna ley de atracción y de un par de teorías de cuerdas.

Dos puntitos de luz en medio de la nada, como siempre habían sido, como siempre se bastaban. Quemándose y ardiendo. Jodiendo a la gravedad si nos abrazábamos. Confundiendo un abrir de piernas con el despegue de mil cohetes. Tus dedos, con todo el recorrido de la vía láctea y cualquier cráter extraterrestre con tu boca.

Soy capaz de verte en cada rincón de este jodido planeta, porque mi planeta eres tú.






                                           foto rápida, no se fuera a escapar.



-H-

jueves, 12 de septiembre de 2013


Puede ser que la lluvia nos eche de menos
y por eso llore con más ganas.
Puede que sea cierto eso del cloroformo de mis manos
y te juro que verte dormir es lo que cualquiera hubiera soñado
con los ojos muy abiertos,
mientras te estremeces dando a entender
que todos los secretos de universo corren por tus nervios.

Y me quedo mirándote muy cerca
Que no quiero que olvides mi cara
Que me duele irme lejos.

Tan de verdad.

Como causas irreparables de esta suerte tan nuestra,
de esta magia que cala, tan dentro como fuera.

Tan cierto como nosotras
y cómo hoy no he sido capaz de salir a mojarme sin ti.
La forma en la que he escuchado los golpes contra el suelo
y no he deseado con fuerzas su choque.
La forma en que me he quedado en el límite
entre un espectador que no colabora
y un loco al que le sobra toda la ropa.

Tan cierto, que me he asustado porque no estabas.
Porque he comprendido la nostalgia anticipada.
Porque es imposible y tan justo no tenernos cerca.
Porque te escribo preguntas
y  necesito que me prometas, que si fallo, no resta.

Que  solo puedo fijarme en la interrogación de tu espalda.
En la risa tonta de las gotas echando carreras
para quedar todas últimas y ser testigos
De ciertos milagros a ciertas horas
cuando el sudor se mezcla de frío.

Cómo no voy a tenerte miedo, si has sido capaz de llevártelo todo,
si  tus labios son de las pocas verdades que no me cuestiono.
Que la paz de mi cama duerme en tus manos
y por tus manos declararía miles de guerras
a todos los cuerpos que nunca han estado.

Que lo que escuchas no son truenos
es que me estaba rompiendo es trocitos desiguales y muy pequeños.

Y ya se que la lluvia no nos hace poetas
pero nos pone de un tonto impresionante.
Y  yo no me salvo, por voluntad propia,
desde que soy musa en tus uñas
y de algunas de tus notas.

Arañando a la muerte en cada vida de esta sucia ciudad
por donde te he seguido
Aprendiendo que la moral mejor por los suelos.
A cielo abierto,
al ras de tus bragas
y al ras de tu vuelo.




“¿Y si fundimos el olor de las dos
sudando amor bajo la lluvia?”
A veces, desearía poder convertirme en  signo de puntuación y saber abrazar tus frases de esta manera.



-H-

Mi herida.


Tengo una herida capaz de enamorarse
en voz alta,
un mínimo de cien veces  distintas al día.
Tengo una herida capaz de enamorase
cuando en los bares los enfermos callan y
los puntos de aproximación de tus cervezas,
que poco a poco se alejan
saltan a un vacío lleno de voces
que gritan:                       
Tengo una herida
Y le escuece tu nombre.


-H-

sábado, 17 de agosto de 2013

Que si esto es la civilización, por favor, dejadme fuera. Salvaje.



Convencí a mi resaca para convertirla en un billete que me llevara muy lejos. Calculé a cuántos kilómetros me podía  encontrar conmigo misma y planeé todo para llegar tarde a la cita. Me negué el saludo. Me evité por vergüenza.

Decidí correr sin destino, ilusionándome un poquito en cada parada. Elegí un asiento que mirara hacia atrás. El eterno camino de vuelta a un sitio donde nunca había estado. Como echar de menos a quien duerme a tu lado.

Pude mirar fijamente todo lo que se quedaba atrás, y aún así no tuve  ni puta idea de lo que significaba avanzar. Hice toda una exposición de mis reglas y me convertí en excepción.
Pedí deseos en voz alta para que nunca se cumplieran, y así, saberme perdedora por elección propia. Descartar las ganas de cualquier victoria.

Me odié por contagiar todo de esta tristeza tan rara, de esta incómoda sensación de sentirme extraña en cualquier sitio (algo tuvo que ver  aquello de perder el pasaporte) y no poder mirar al cielo, por eso de los rascacielos. Los derrumbaría a golpes, solo para demostrar lo mucho que sangro por dentro.
Sé que no tengo ninguna excusa del todo buena para escapar, pero tampoco la necesito. Me siguen sobrando un par de razones para no querer entenderos. 
Y tampoco me va tan mal, porque aunque me muera de muchas cosas ella sabe que me seguiría
dejando salvar por su boca.
Por eso descarté comerte el corazón – no soportaría mancharte con todo lo que llevo en el pecho-. Tan tóxico y explosivo.

Quedarme mirando a un punto fijo mientras todo me da vueltas y pensar que lo único que te puedo ofrecer es todos estos puñados de inseguridad. Una patera a la deriva.
Encender y fumar algo invisible. No hacer absolutamente nada.
Irme solo un poquito lejos, huir a medias.  Volver de luto por todas las neuronas y olvidos que dejamos en el camino. No arrepentirse de uno mismo. De nadas anticipadas a mis futuras víctimas, porque nada de esto será vuestro. He pensado varias veces en llevaros flores al cementerio

Pero pienso en ti y en tus rescates y podría saltar contigo a cualquier mar sin chaleco salvavidas. Prestarte mis seis restantes. Volverme a tirar.

Si no estamos volando, caemos muy bonito.




-H-

Terapia para los hijos del psicólogo III



 Terceras partes nunca fueron buenas


Dijo: “Algún día todo  esto será tuyo” y terminó la sentencia con el dedo índice señalándose el pecho inconscientemente.
 El disparo de voz turbó todas sus arterias en dos sacudidas secas, en dos tiempos muy marcados. Sangre retrocediendo a cámara rápida, como una película rebobinada, hasta encerrarse en el corazón, que se hincha y multiplica su tamaño. Cierre de las válvulas.
Pum – primer golpe-.
Se congela la imagen.
Se congela el aire, labios muy azules.

Replay: Contracción y apertura de válvulas. La expulsión furiosa del líquido.
Pum –segundo golpe-
Un músculo vacio. Envasado. Carreteras atascadas de rojo. Piel muy roja, capilares repletos. Calor. Cabezas que palpitan y sudan. Dolor.

Comprender la herencia. Un ático del fracaso, publicidad de mi misma, una diana en la frente. Hijos de puta con muchas flechas.

Un  hombre cae al suelo con su índice humeante. El  niño que agarra su mano  hubiera preferido la colección de mariposas muertas. Pero dijo “algún día todo esto será tuyo” señalándose, y ahora tiene sus ojos y muchas deudas de orgullo.
En otra parte de la ciudad, una niña hereda la sumisión de su madre y el hermano, la agresividad de su padre.
Rabia, miedo, obsesiones, ignorancia, egoísmo,  la genética es muy puta, y nosotros en la cama jugamos a los barman sin título, cócteles de mierda. Futuros niños tristes.

Ni somos tan buenos, ni lloramos tan poco.


-H-

sábado, 6 de julio de 2013

Terapia para los hijos del psicólogo II


Microrrelato 

Me sorprendí cuando empezaron a llamarle Diego a secas.
Diego, dijeron. Y ya está. A veces era “Diego, tu padre”.
Me sorprendí  también cuando editaron su  nombre de las agendas de sus smartphones.
Tito Diego. Tito, borrar. Aceptar.
Para mí fue un poco cruel, esa forma de arrancarse el parentesco así, de golpe. Como si las nuevas tecnologías te ayudaran a olvidar más rápido.
Fue la peor Nochebuena de mi vida.
Arrancaron su nombre de la mesa igual que arrancaban las cabezas de las gambas. Igual que intentaban arrancarme una sonrisa durante la cena. Seguía siendo cruel.
Chupaban las cabezas. Menos mal que no les dejé hacer lo mismo con la mía.

No me gustan las gambas y ella lo sabe. Porque son cosas que se dicen cuando conoces a alguien. Me llamo Helena y no me gusta el marisco. A veces la gente se ríe por la contrariedad de la broma. Yo a veces, también me rió. A veces, también se reírme. 

No me gustaron las Nochebuenas durante muchos años y ella no lo sabe. Porque son ese tipo de cosas que no se dicen. No dices: Hola me llamo Helena  y borraría los 24 de Diciembre del calendario para siempre. Ya me siento suficientemente fuera de lugar como para hacer estas cosas.

Así que el día en el que me confesó que le encantaba la Navidad solo pude sonreír, pisar el embrague, luego el freno y esperar a que el semáforo se pusiera en verde. Dejarte en tu casa lo antes posible, yo ya sabía lo de tu cumpleaños. No pedirte el beso que quería que me dieras.
Porque no son las cosas que se hacen cuando conoces a alguien que te habla de la Navidad. No paras el coche de golpe, no te bajas y sobretodo no gritas en medio de la calle: ODIO LA JODIDA Y ESTÚPIDA NAVIDAD. Sin embargo si me hubiera gustado un beso.


Las cosas que mi padre se llevaba dejaban un vacío extraño y por fin  supe valorar el espacio que ocupan los objetos. También gané sitio en el armario y en las estanterías. Qué alivio. Qué bien.
La primera vez que me di cuenta de que no estaba, mi madre iba muy elegante y llevaba un vestido color gamba, o salmón, o gris (que es el color de un salmón pero por fuera). << A lo mejor al juez no le gusta>> le dije.  La segunda, decidí ir a comer con él todos los martes. A la rutina también se le echa de menos. La tercera vez, ya no me sorprendí. Ya, ni me molestaba en secarme la cara con las mangas.

El año pasado volvió a ser 24 de Diciembre. Ella no sabía que yo los odiaba.
Tampoco sabe que, inconscientemente, hizo que dejara de hacerlo. Así de inexplicable.
Y las cosas inexplicables son irresistiblemente bonitas.


Diego, tito, borrar. ¿Desea realizar el cambio? Si. Él les sigue llamando sobrinos. O no, no lo sé.
¿Desea realizar el cambio? No recuerdo que a mí me hicieran esa pregunta.
 Estúpidos smartphones.

Entonces decidí enviarte dos poesías. Por whatsApp. Estúpidos benditos smartphones. 



-H-


Yo ya sé a qué portal me llevaban todas las estrellas fugaces.

domingo, 23 de junio de 2013

Terapia para los hijos del psicólogo.


Aun estando sola, me desnudo con la puerta cerrada.
 Aquí, la extraña sigo siendo yo misma.



Empiezo a cogerle el truco a los magos callejeros que regalan poesía. Elige; la muerte o la vida. Dos putas encerradas en un puño. Puños muy suaves. Hostias de gigante. Pies diminutos.
La absurda manía de forrar todo lo importante, cuando  tendríamos que desgastarlo. Comer lasaña 30 días seguidos, una sola canción en continua repetición. Labios en carne viva. Comprar  muchas bragas iguales.
Pero.
 Eso no lo hacen las chicas buenas.
 Hay que acumular y conservar. Latas con fechas de caducidad (la metáfora de nuestras vidas).
Un pianista con su lata. Caducada. Y abre fácil. “Pero es que esta no me gusta”. Amor, con tanta comida y pasas hambre.
Fórrate el corazón. Que huela a plástico.
Cómo no vamos a estar en crisis si estamos forrados. Miradnos. Se nos salen los besos de los bolsillos.
Besos en monederos y billeteras, en las manos, en los bancos de madera, saliendo por los cuellos de la camisa. Muchos besos debajo del colchón. Plan de pensiones de besos (jubilados cogidos de la mano y felices). Paraísos fiscales de los besos.  Emilio Botín haciendo de Cupido a jornada partida. Especulamos hasta con lo más bonito. Claro, Judas también sabía querer a su manera.

La magia de dar sentido a un día de resaca. La magia de todas las manos que nos han tocado.
Los cojones.
Somos billetes de cinco euros manipulados y rotos.
Copiar lecciones de vida en un examen es una verdadera putada. Los libros de autoayuda no sirven de nada. Cortase con el papel y sangrar, mucho. Y no basta.
Hay que estar muy loco para construirnos todos de la nada.
Como  un living las vegas.
Jugar. Jugarnos, jugárnosla.
Apostar poco y perder mucho. Unas veces se gana y otras se aprende. Mentira.
Nadie se resiste a un desierto tan de colores. Y tan triste. Como una niña llorando con un vestido de flores. A veces pienso que deberían prohibirlas.
Quiero decir, nunca he jugado a las tragaperras, ni  tampoco nunca una zorra me ha gritado con rabia, pero me sabía de memoria eso de las musas baratas. Por lo poco que me costaba imaginarlas.
Viajar a las Vegas solo para llorar de pena. Alegrarse por la decadencia.
 Perder el avión y coger otro cualquiera. Hay que estar muy loco.  Para que quieran revivirme de cada sueño. Desfibriladores a las ocho en punto de la mañana.
 Tenemos que estar muy locos si no irrumpimos con urgencia en los hospitales para besar a todos los enfermos. Besar cicatrices de apendicitis. Besar tibias rotas. Agujeros de bala. Besar la frente de un esquizofrénico. Aplaudir a los valientes del depósito de cadáveres.
Del coma se sale follando, profundo. Del cómo, solo en un estado norteamericano no lo consideran delito. Las arritmias apenas son mamadas de atención. Y joder, a veces siento como si me fuera a explotar algo. Ojalá el corazón y no la cabeza.
Relájate, me dijo. Total, ya estamos perdidos.  Desde el momento en que empezamos a sujetar el pelo de los que vomitaban y sin embargo, no lo hicimos con ellos.

Esto iba de los miedos, y he acabado dándome muchísimo miedo a mí misma.
Somos conservas caducadas. Somos billetes rotos de cinco euros. Somos Las Vegas en pleno apagón. Las ganas de llorar incontrolables.  Somos artificiales; una vasectomía con condón. Somos lo que no apostamos. Todo a lo que no nos atrevemos. La ganas de huir.
Somos el dolor de cabeza de Jack. El sueldo de un psicólogo.
 Los estudios universitarios de los hijos del psicólogo. Me pregunto, ¿Quién les hará terapia a ellos?


-H-

“Y descarto llamarte mi vida porque tú vales mucho más que este desastre” 

viernes, 24 de mayo de 2013

Cámara del gas de tu risa.




Intento hablarte
De todo lo serio
De este circo que supone
Interpretarnos a nosotros mismos
A modo de comedia suicida.
De los siento que no siento.
Porque “deberían significarlo todo menos una disculpa”
Y las gracias que me sobran
Te hacen gracia.
Mucha. Muchísima.
¿Qué? Nada.

Lo más serio de las series
Los códigos de barras de labios
Y los actores del desnudo con vergüenza.

Intento decir
Todo lo artificial que había antes de ti.
Los polvos de estrellas
De Hollywood
-Nadie formó dos constelaciones iguales con tus lunares-
Y que no se atrevan a apagarte:
Confieso mi odio a las que hicieron que brilles un poco menos.

Pero ríes,
Y yo ya no sé qué hacer
Ni que haces
Ni que me haces
“pero por Dios no pares”
Que a estas alturas de tu boca
A estas alturas de puntillas
Le faltan caídas
Sin el “para”
Porque no quiero que pares
Sáltate todas mis señales.
Quiero golpes
-Esto va de tus manos traficando con todas las preposiciones de mi piel-
Sin importar fuerza, velocidad, distancia
Las conversiones de escalas nunca se me dieron bien.

Multiplicar por mil
Contarnos
Y pasarnos
A litros
De mar
Y cerveza.

Y vino
Todo lo que llegaba tarde y justo a tiempo
Te quiero de todos los formatos
Formas
Y sin orden
-el arte tiende inevitablemente a improvisar-
En esta habitación
Tan piernas arriba
Que la vida me cuesta abajo
Derrapando por todas tus curvas
Mal señalizadas
Y tus vértigos.

Verte, contigo
Es un morbo que estoy dispuesta a echar a correr.

Lo siento.
Por esa mala suerte tuya
de no poder
Besarte a ti misma.
-Que sabrán los yonkis de drogas-

Y lo fácil
Que le resulta a mis dedos
Hablar de tu cuerpo.
Que nos aten cuerdas y locas.
Y el nudo bien hecho
que nos hacemos con las piernas
me lo trago en vasos de cubata
Para poder decirte
Que quiero que te reviente la boca
Que me rompas los oídos
Que se enteren, por favor,
Los miedos a los que sigo llorando sola,
Que te ríes de todo menos de ellos.

Que te reviente la boca
Que  la mía ya lo hizo
Y de la fuerza, enmudeció.
Y sonrío al son de…
Tu risa me ha hecho daño una vez
pero sigue siendo mi foto favorita.



-H-

martes, 14 de mayo de 2013

DISECCIÓN DE UN ADULTO. INFANTICIDIO.


Introducción.

[Somos la generación que utiliza los puños contra las paredes porque la gente nos da demasiado miedo. Somos un Peter Pan con traje y corbata. Somos la próxima marca de un culo cualquiera en una silla cualquiera de un despacho de una oficina cualquiera. Somos los que no saben de la vida una puta mierda. Somos los derechos que se torcieron –que torcisteis- . Somos el mundo que creasteis al margen de las personas. Sin pies ni cabeza ni personas. Los que están por crecer, los que esperan la (otra) hostia. Somos el futuro y estamos preparados para que nos jodan. Disparad, que si nos calentáis más acabaremos fundiendo balas.]


-H-

jueves, 25 de abril de 2013

Yo, yo misma y...


¿Qué pasaría si decidiera hablaros de mi así, de verdad?


Hace mucho que conozco mis miedos, poco que los escribo y menos aún que intento afrontarlos. También una vez, hace poco, pensé en escribir sobre hacerme mayor, sobre cómo me daría una hostia la vida y  crecer de golpe. Sobre abandonarlo todo y mudarme –de piel- a un quinto sin ascensor. Coño, sobre currarme esto un poco. Y  me había hecho la maleta, todas las ilusiones del mundo y al pánico me lo había encerrado en los ojos. Pero luego, por la tarde, descolgué el teléfono y me dijeron que todo era mentira.  Que no.
 Deciros también que un día me sorprendí dibujándome a mí misma. Y en el papel estaba llorando. Así que lloré durante días.
Los silencios no me parecen nada incómodos.
Duermo mucho y como poco y mal.
Tampoco sabéis que yo antes ponía la mesa para cuatro. Luego fingí que no me importaba ponerla para tres, y cuando tuve que hacerlo para dos me di cuenta de que algo estaba roto. Que yo estaba rota.
Odio los protocolos, las normas de cortesía,  a la gente que va con prisas, a los que no quieren perder el tiempo, a los que madrugan sin motivo y a los que mastican con la boca abierta. Pero es mentira porque nunca he odiado a nadie.
Tengo pánico a romperme los dientes,  una obsesión enfermiza por volar y una caja fuerte llena de cartas. Puedo enseñaros  mi vida en fotos. Hay dos manos llenas de tesoros en forma de muy buenos amigos.
Cuando paso junto a alguien que está pidiendo en la calle aprieto los puños, miro al suelo  y me avergüenzo de mi y de por qué no hago nada.
Desde que tengo memoria y hasta hace un año siempre he llevado heridas en las rodillas. Ya no. Y me jode. Nadie sabe lo que echo de menos el fútbol. Y a ellas.
Me basta con saber explicarme a mi misma por qué soy scout.
Me crié en un parque con un puñado de críos llenos de mierda. Siempre me confundían con un niño.  Jugué hasta que me desterraron, dos veces. Desde entonces no he sido capaz de saber de dónde soy.
Hace unos años me enamoré en la última fila de clase, y él ahora es mi mejor amigo. Y en serio que lo siento por las que no tengan la oportunidad de tomarse una cerveza a su lado y hablar de lo que sea, y de cómo se ve la vida desde todos los lados.
A los 14 besé por primera vez a un chico y a los 19 a una chica. Hablo del amor como si nunca lo hubiera roto.
Me quiero y me basta, pero no es suficiente.
No creo ni en Dios ni en los grandes ídolos de la música que jugaron a serlo. Sus muertes prematuras me dan asco. Y sus sobredosis pena.
A veces arrastro los pies como si me pesara la vida. Con toda la que me queda, porque nunca sería capaz de suicidarme.
Mi sueño era ser piloto y me pusieron gafas. Me dijeron que era alérgica a los gatos, y mira por donde, decidí ser veterinaria. Ahorro para una granja escuela.
En un año la grúa se ha llevado una vez el coche, me han puesto dos multas, me he comido tres muros, una moto y me han dado por detrás. Literal. Se me olvidó poner el freno de mano en una cuesta. Conduzco borracha. ¿Algún policía en la sala?
Presumo de saber, pero lo admito, toco el piano de puta pena y nunca he tenido los huevos de aprender a tocar la guitarra.
Abandono siempre a la primera. No se me da bien abrir puertas.
Leer las noticias más de dos veces al día me pone triste porque yo antes pedía explicaciones y ahora me resigno más de lo que lucho.
Si fuera Valiente mataría a algún político, o por lo menos le tiraría un zapato a la cabeza.
Las personas, en general, me asustan.
No fumo, aunque tampoco tengo motivos para  no hacerlo. Bebo mucho más de lo debería.
Lo tengo todo perdonado pero no creo en el olvido. Tengo mi propia fórmula para ser feliz y todavía no la he utilizado.
Y en fin, que hablar de mí no se resume en esto, pero me apetecía contaros esta lista de cosas desordenadas, que me hacen y me deshacen.
Jugar a dejaros llegar a mí hasta donde yo quiera. Ahora mismo podría estar ocultándoos  que tengo una casa enorme, con asistenta, un coche negro modelo ejecutivo y una plaza en la complutense de Madrid. Que a veces visto con americana y tacones.  Y no os enteraríais.
No os fieis de lo que yo os diga.
Hacer poesía es querer perder una partida de streep poker, mirando a los ojos a tu público mientras eliges que prenda quitarte en cada momento, con una sonrisa muy cabrona entre los labios.
 La manera más retorcida, de hacerse daño.




-H-

miércoles, 17 de abril de 2013

El uni-verso de las mujeres cometa.




Las mujeres cometa
Pasan de largo
Con su larga cola
Llenas de deseo

Las mujeres cometa
Brillan fuerte
Y se apagan pronto

Salen a quemarse por el cielo
Cuando es muy de noche
Cuando en los vasos
Ya solo queda hielo

Huelen de miedo
Nos huelen el miedo

Lanzan los besos
De uno a uno
Canjeables
Por versos
En formas de vocales
AAAAAAAAAAA

Vuelven muy temprano
Con los tacones en la mano

Las mujeres cometa
A veces chocan
Porque el universo es muy pequeño
Y un poco cabrón
Y se bajan la falda
suben la cabeza
Se corren el rímel
Se corren en ellas

A las mujeres cometa no se les quiere
Se le piden deseos, que dicen
Que a veces
Y si están de buenas,
Te invitan a una vuelta

Hacia sus agujeros negros

Apostando todo
al rojo
Aunque ellas no tengan suerte.

Solo un par de guiños
Y una boca donde morirse

Las mujeres cometa
Se extinguieron, cuando apareciste
Sin yo quererlo creerlo
En la siguiente esquina
De este uni-verso asonante
que probablemente
seas
.



-H-




Duermes.
Todavía no es tarde para perder el tiempo.

jueves, 11 de abril de 2013

Llegar a Ítaca es llegar a casa.




Imagina por un momento a Homero de resaca, después de una fiesta muy loca en alguna isla del mediterráneo. Imaginadlo ciego, más aún si se puede, dando órdenes a su lazarillo para que le traiga los borradores de sus grandes obras. Y que en un ataque de ira, harto de que los alumnos de la ESO las olviden y confundan; de que en los institutos se sepa más literatura canallesca que clásica; frustrado porque imagina más que vive, lanzara las cientos de hojas al aire. Ilíada y Odisea mezclándose lentamente en el suelo, mientras Homero se descojona de todos los profesores de Hispánicas, de todos los catedráticos expertos, porque él, de resaca, ha decidido reinventarse. Por él y por todos sus personajes que llenos de polvo se creyeron su propia historia.
Decidió reinventarse como yo hago todos los domingos por la mañana. Como yo, todos los septiembres.
Como yo reinvento todas las formas entre líneas para volver a verte.
Y nadie sabe cómo, en un extraño giro de páginas,  Paris acabó de cañas con Ulises, por eso de que las diferencias mejor ahogadas. Los soldados griegos se quemaron a lo bonzo dentro de su propio caballo de deudas de madera podrida (vivieron por encima de no sé qué posibilidades). Los troyanos, disfrutaron de los fuegos artificiales como bonito final de la más puta de las batallas: Decir adiós a su reina.
Y Helena, se embarcó en la Odisea de encontrarse rumbo a una ciudad sin mar. A buscarse mientras se perdía, que es como se hacen las cosas. Mal, como mañanas en las que sol solo será una parada de metro. Y le gusta y asusta a partes iguales.
Helena, reencarnada en otra época llena de sus personajes, a veces tan iguales, piensa que lejos también se puede ganar, y que los buenos héroes siempre regresan.
Se levanta y paga la jarra en Troya, ya no le queda dinero para cenar. Sale del Bar y camina calle arriba, gira en la segunda a la derecha y luego a la izquierda. Sigue recto. Hace siglos que hizo caer un imperio de hombres y ahora arrastra los pies camino a Ítaca y piensa en toda la Odisea que le viene encima, y en todos los naufragios que utilizó como excusa para empezar de cero. Deshacerse de todo y hacerte de bolsillo, si cuela, o te cuelas. Se enciende a ella misma, a falta de tabaco y cruza un mar de lágrimas en menos de dos minutos.
Piensa, mientras, mil formas de verlo todo claro. Se ríe de los pobres cíclopes porque solo tienen la mitad de párpados que besarse. Y ojalá tú nunca sirena, nadie sabría vivir sin tus piernas. También se acuerda de Circe que con su magia podría convertirte en animal-pantera. Y ya no sabe si domesticarte o abrazarte a partes iguales, por lo de mitad cachorro, mitad fiera. Helena, quiere que la aten a un mástil y lo que surja. Perderse en la Isla de Loto, esa que está llena de locos.
La pobre reina, asumiendo la condición trágica de bala y brújula perdida, abre la bolsa de los vientos de Eolo. Y no preguntéis cómo acaba aquí, en Ítaca. Y aunque se sienta de muy pocos sitios, ella  decide llamar a esto su casa. Los miércoles y algún día más de la semana. Y traga saliva y algo de corazón para intentar disimular entre dientes porque sabe que en una mesa,  Penélope la espera matando pretendientes. Tejiéndole con la mirada. Y le gusta pensar que cuando lee, aquí en casa, se piensan mutuamente también, todas estas ganas.


-H-



[Felices 20 añitos, pequeña isla]

jueves, 21 de marzo de 2013

Aunque a veces no me quiera...


Feliz día de la poesía.


Entiendo eso de la violación que supone que yo venga aquí a explicaros de qué va la poesía estos últimos días conmigo y  lo poco que os importe. De cómo me está tratando. De lo mal que lo está haciendo. De lo enfadada que está conmigo.
Entiendo que me juzguéis por intentar hablar de ella como si la conociera desde pequeña. Como si hubiéramos compartido, creciendo,  la misma copa. Como si hubiéramos mantenido la mirada dos eternos segundos antes de besarnos.

Pero es que la he sentido tan mía…tan musa y tan prosa…
Que ahora no sé por qué quiere irse de mis manos. No sé qué coño le pasa, desde que mi vida es un poco menos drama. Si acaso cree que la tengo descuidada.
A veces pienso que me tiene envidia por no querer escribir sobre pechos rotos, ojos mojados y labios con mucha, mucha sed.  Espaldas descubiertas faltas de abrazos y todo el frío que supone que acabe el invierno y no llegue ninguna primavera después.
Envidia porque no me rompo hasta que ella sale por la puerta. Envidia por que aún no sabe muy bien quién es la dueña de esas piernas.
Poesía estúpida que sabe que cuando lloro y me hundo escribo mil veces mejor que cuando sonrío.
Y aún así, poesía rencorosa que sabe que ya no paso las noches con ella. Que me odia porque llego tarde a nuestras citas, y solo le dedico aburridos mediodías.
Y bueno, eso de que los pocos dramas que me quedan escondidos  ya no son agradables para los odios, ni para los oídos. No los alimentes más, poesía, por dios. No le pienso dar el placer de  escribir sobre toda mi mala suerte, y que creo que es el precio (muy justo) que tengo que pagar por tenerte unas cuantas horas 3 veces a la semana.
Entre mis brazos.

Seamos por una vez realistas; ¿Qué clase de poesía pretendo escribir? Si ya no quiero guerras  si no hay camas de por medio. Si mi espalda ya no está tan sola, si la primavera se ha adelantado por que le tenía ganas a este frío.

Me gustaría deciros, de verdad,  que estamos todos condenados a ser grandes poetas. Locos o ahorcados. Sobredosis como única forma de volar y de crear. Que hundidos y tocados, borrachos y fumados seremos obras maestras de la literatura callejera.

Pero no puedo porque se lo que es sentirla tan droga dura y yo con este mono.
Y aunque juegue con mi muerte, con mi suerte,
yo ya no quiero morirme,
 ni en broma,
 ni en poesía.


-H-

lunes, 11 de marzo de 2013

1 4 7


Mide ciento cuarenta y siete centímetros de experiencia y años.
De no preguntarse quién era ella porque no le dio tiempo.
Porque no pudo. Porque no la dejaron.
(Estas preguntas no eran para los pobres)
Ciento cuarenta y siete centímetros de arrugas talladas con el sudor de su frente y sus manos.
Ciento cuarenta y siete centímetros de infancia que nuca tuvo.
Me pregunto cómo puedo sentirme tan pequeña
al lado de ella, que es tan grande.
(Aunque solo mida eso, ciento cuarenta y siete centímetros)
Que se mató por no parir cuatro hijos que fueran como el cabrón de su padre.
Que le da rabia la vida por haberse vestido de puta en los días de elegantes mentiras y cartillas de racionamiento.
Por eso entiendo ese algo en los ojos que parece decepción.
Y la resignación que se le acumula en la espalda y que pesa tanto.
Ciento cuarenta y siete centímetros que nunca volaron porque se aferró a la tierra, que era lo único que le quedaba.
Una olvidada de la historia que ni siquiera es un número en la seguridad social
¡Qué sabrán ellos de trabajar si nunca han visto tus rodillas!
También supiste convertir todo el enfado en amor.
Hiciste un milagro por cada nieto.
Tú no quieres flores un 8 de Marzo. Tú quieres derechos.
Veréis, a veces es difícil observarla en la cocina con todo su pelo blanco, sus anillos y sus gafas y que no me entren todas estas ganas de escribirle.
A ella y a todas las mujeres anónimas que se parten el pecho por sus familias y por cumplir sueños aunque los suyos estén algo rotos y llenos de polvo.
Abuela, si me escucharas leer esto, probablemente me darías un par de collejas por tanta gilipollez junta.
Pero verás, solo intento decir que hoy no es tu día, porque hace tiempo te ganaste que todos los días fueran tuyos.
Mujeres, todos los días son nuestros.

Hace mucho tiempo una poeta escribió “Alguien se acordará de nosotras en el futuro”
Y sonriamos, porque lo estamos haciendo de putísima madre.



-H-



[ 8 de Marzo, recital de poesía en Ítaca por el día de la mujer trabajadora. Mil gracias a Paula por organizarlo e invitarme]