miércoles, 12 de octubre de 2011

Adiós dioses de madera.

Les dije adiós mientras me apretabas contra la puerta y cerrabas el pestillo.

[…]

Y en qué momento empezamos a hablar diferentes idiomas para no entendernos, que hicimos autoinmolarse a las mariposas, viendo cómo se extinguía su efecto. No. No volverán las olas gigantes a las costas del pacífico, dijimos. Pero juro que las dos matábamos por mojarnos de nuevo.
Después…
Acabé como Shane. Sentada en cualquier bordillo, con las piernas abiertas, la cabeza mirando el asfalto y el flequillo rozándome las rodillas. Con la camisa de cuadros arrastrando, y limpiando restos de antiguas conversaciones que ahora mueren por mentiras. Con la cara desencajada. La hemos jodido, y esta vez he arriesgado demasiado. Yo. La más detestable, la más opaca y oscura, bañada en un domingo de sangre y ojos rojos ocultos tras las gafas de sol.
Pero hay veces en las que todo es…tan sencillamente genial. Pensando en la mierda que me ha tocado vivir. La mierda más bonita del mundo. Bonita y cruel.
Y tus ojos claro, tus ojos, me hacen volver a la realidad, desmontando mi teoría de armas y escudo que hasta ahora había sido invencible.
Y tus ojos claro, tus ojos duelen. Si no me hablas…





-H-

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