Era como confundir el amor con el
miedo a no tener una historia que contar entre cervezas y un << todas
putas, todas musas>>. Era como buscarnos los abrazos e intentar oír la
respiración de otra. Era como intentar emborracharnos para que quedase todo más
claro.
Era pedirle al sol que le
calentara menos que dos faros acercándose hacia ella a toda velocidad en mitad
de la calle. A pesar de los miles de años luz del astro y la proximidad de un
atropello. Eran tantas veces imaginando el golpe, que mira, el coche frenó.
Dio marcha atrás, calladito. Y
muy muy despacio, mientras sonreía estúpidamente, se fue. Sin ruidos ni
acelerones. Como una retirada justo a tiempo, un dedo en el gatillo, un cañón
apuntando a sí mismo y un tiro con silenciador, todo seguido. Ella, ajena a su
suerte, decidió mirar hacia arriba. Y vio nubes que eran meses y kilómetros y
las odió. Preguntando cuándo volvería el calor que estaba tan lejos y que hacía
tanto que no sentía, si vendría su estrella en forma de vuelo comercial por
vacaciones. Allí se quedó, esperando. Quieta. En mitad de la calle. Con los
ojos clavados en lo alto. Dejando pasar mujeres cometa y sin pedir deseos. Haciéndose
daño en la retinas, y a saber en cuantos sitios más.
Fue como explicarnos las reglas
del juego susurrándonos muy lento al oído y empezar la partida suicidándose.
Empezar ya partidas.
Fue un “no puedo” señalándote las
heridas del pecho en carne viva mientras yo, para equilibrar tanta sangre, abría
más las mías.
Fue como estar en un desfile rodeadas de niñas
rotas del que nos seguimos riendo y brindando por todos los trozos que nos
clavamos.
-H-
“Y qué más da pedir un abrazoqueriendo un beso;
y vivir con las ganas
y mentirles a ellas."
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