miércoles, 14 de noviembre de 2012

...y en su cielo había una estrella que nos eclipsaba a todas.



Era como confundir el amor con el miedo a no tener una historia que contar entre cervezas y un << todas putas, todas musas>>. Era como buscarnos los abrazos e intentar oír la respiración de otra. Era como intentar emborracharnos para que quedase todo más claro.

Era pedirle al sol que le calentara menos que dos faros acercándose hacia ella a toda velocidad en mitad de la calle. A pesar de los miles de años luz del astro y la proximidad de un atropello. Eran tantas veces imaginando el golpe, que mira, el coche frenó.

Dio marcha atrás, calladito. Y muy muy despacio, mientras sonreía estúpidamente, se fue. Sin ruidos ni acelerones. Como una retirada justo a tiempo, un dedo en el gatillo, un cañón apuntando a sí mismo y un tiro con silenciador, todo seguido. Ella, ajena a su suerte, decidió mirar hacia arriba. Y vio nubes que eran meses y kilómetros y las odió. Preguntando cuándo volvería el calor que estaba tan lejos y que hacía tanto que no sentía, si vendría su estrella en forma de vuelo comercial por vacaciones. Allí se quedó, esperando. Quieta. En mitad de la calle. Con los ojos clavados en lo alto. Dejando pasar mujeres cometa y sin pedir deseos. Haciéndose daño en la retinas, y a saber en cuantos sitios más.

Fue como explicarnos las reglas del juego susurrándonos muy lento al oído y empezar la partida suicidándose. Empezar ya partidas.
Fue un “no puedo” señalándote las heridas del pecho en carne viva mientras yo, para equilibrar tanta sangre, abría más las mías.

Fue como estar en un desfile rodeadas de niñas rotas del que nos seguimos riendo y brindando por todos los trozos que nos clavamos.



-H-


“Y qué más da pedir un abrazo
queriendo un beso;

y vivir con las ganas 
y mentirles a ellas."


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