jueves, 21 de marzo de 2013

Aunque a veces no me quiera...


Feliz día de la poesía.


Entiendo eso de la violación que supone que yo venga aquí a explicaros de qué va la poesía estos últimos días conmigo y  lo poco que os importe. De cómo me está tratando. De lo mal que lo está haciendo. De lo enfadada que está conmigo.
Entiendo que me juzguéis por intentar hablar de ella como si la conociera desde pequeña. Como si hubiéramos compartido, creciendo,  la misma copa. Como si hubiéramos mantenido la mirada dos eternos segundos antes de besarnos.

Pero es que la he sentido tan mía…tan musa y tan prosa…
Que ahora no sé por qué quiere irse de mis manos. No sé qué coño le pasa, desde que mi vida es un poco menos drama. Si acaso cree que la tengo descuidada.
A veces pienso que me tiene envidia por no querer escribir sobre pechos rotos, ojos mojados y labios con mucha, mucha sed.  Espaldas descubiertas faltas de abrazos y todo el frío que supone que acabe el invierno y no llegue ninguna primavera después.
Envidia porque no me rompo hasta que ella sale por la puerta. Envidia por que aún no sabe muy bien quién es la dueña de esas piernas.
Poesía estúpida que sabe que cuando lloro y me hundo escribo mil veces mejor que cuando sonrío.
Y aún así, poesía rencorosa que sabe que ya no paso las noches con ella. Que me odia porque llego tarde a nuestras citas, y solo le dedico aburridos mediodías.
Y bueno, eso de que los pocos dramas que me quedan escondidos  ya no son agradables para los odios, ni para los oídos. No los alimentes más, poesía, por dios. No le pienso dar el placer de  escribir sobre toda mi mala suerte, y que creo que es el precio (muy justo) que tengo que pagar por tenerte unas cuantas horas 3 veces a la semana.
Entre mis brazos.

Seamos por una vez realistas; ¿Qué clase de poesía pretendo escribir? Si ya no quiero guerras  si no hay camas de por medio. Si mi espalda ya no está tan sola, si la primavera se ha adelantado por que le tenía ganas a este frío.

Me gustaría deciros, de verdad,  que estamos todos condenados a ser grandes poetas. Locos o ahorcados. Sobredosis como única forma de volar y de crear. Que hundidos y tocados, borrachos y fumados seremos obras maestras de la literatura callejera.

Pero no puedo porque se lo que es sentirla tan droga dura y yo con este mono.
Y aunque juegue con mi muerte, con mi suerte,
yo ya no quiero morirme,
 ni en broma,
 ni en poesía.


-H-

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dentro de ese pequeño cuerpo hay algo muy grande y me siento muy afortunada de conocerlo, aunque estoy segura de que queda mucho mas por descubrir y escribir. No dejes de hacer ARTE nunca.

E.

Hache dijo...

Eres todo amor, pequeña, no sabes la ilusión que me ha hecho leer tu comentario. Sinceramente creo que la afortunada soy yo de tener gente como tú en mi vida.

Y recuerda que,de un modo u otro, no quiero dejar de escuchARTE ;)