Detrás de
una huida de repente
siempre me
quedará
la mínima esperanza
costumbrista
de notar
un ceder de costuras de camiseta
por la
espalda.
Detrás de
toda huida acelerada
y en cada
pirueta saltomortal
al final de
un callejón alambrada
juego a
imaginar la posibilidad hormiga
de caer en
un torso dulce
que me
asfixie.
Pero más
allá del detrás,
solo queda
la certeza de un aterrizaje
en las
fracturas tibias que me sigue ofreciendo
el jodido
terreno inundado
de mi
cuerpo.
La total
libertad de no ser reclamado
es una
habitación azul con un ring improvisado
donde ni
siquiera existe el miedo.
Y las
humillaciones mutan a rabia
que se
escupe a ella misma
en cada piel
levantada al hacer fricciónboxeo
con el yeso
de las paredes.
Libertad es
solo un vacío
ausente de
cualquier respuesta
alertándome desde
un dispositivo móvil.
Un espejo
sin compañía.
Mi peor yo.
No os
importa el demacre
de una
expresión perdida
porque no es
un hecho a destacar,
porque no es
algo plausible,
porque roza
la normalidad.
Irse de
forma decente
es asumir
que no quieres
que te escondan las llaves.
Gracias a los
que me dejaron
llorar libre.
Perdón a los
que recogí lágrimas
que solo les tocaba
Saborear a
ellos mismos.
Me alegro de
sus nudos mal hechos.
Nada me ata
a nadie.
-H-
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