viernes, 1 de abril de 2011



Poesía de cuarto de baño.
 De azulejos blancos y vistazos rápidos mientras se secan las manos.
Seguro que has escrito mil más. Pero justo esa, poesía en el sitio menos esperado.
Letras negras sobre fondo de pergamino.
 Y por un momento reniego de la herencia. Lo leo.
Hago un esfuerzo por no entenderlo, pero es demasiado obvio, Me sé de memoria todas las metáforas, comparaciones e hipérboles de tu vida. Culpa de puertas mal cerradas que dejan pasar voces a demasiados decibelios de dolor.
Y aún así, un par de frases hacen que ahora mire los azulejos  más a menudo.
 Y es que el marco ya rebosa valor, por escribir tu nombre con todas sus letras al final de la misma donde volcaste quien sabe si algo más que tu alma. Seguirá colgado al lado de la puerta. Y lo lea quien lo lea, sabrá y podrá desnudarte con un par de preguntas arriesgadas.
Yo quizás no sea tan valiente como tú,
ni coja el toro tanto por los cuernos,
Quizás,  niego seguir tus pasos y acabaré como todas, siendo una copia mal hecha, de la que estarás orgullosa y yo, me daré asco.
Hambre aspirando a ser sobras.
Estabas muy ocupada en tu propia metamorfosis cuando me lancé al vacio, y tus alas demasiado débiles para cogerme. No me diste de comer cariño cuando lo necesitaba, ni una mano en la que en su palma se leyera:” Echémosle huevos, hay que ser fuerte”
Admitámoslo, confianza más que volátil y cada vez más extraños.
La historia se vuelve a repetir y ahora no me pilla en pantalones cortos ni en muñecos por los suelos. Ahora, aunque sea triste, no hay nada que superar.
Soy yo la que dice:
Venga, échale huevos.






-H-

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