jueves, 25 de abril de 2013

Yo, yo misma y...


¿Qué pasaría si decidiera hablaros de mi así, de verdad?


Hace mucho que conozco mis miedos, poco que los escribo y menos aún que intento afrontarlos. También una vez, hace poco, pensé en escribir sobre hacerme mayor, sobre cómo me daría una hostia la vida y  crecer de golpe. Sobre abandonarlo todo y mudarme –de piel- a un quinto sin ascensor. Coño, sobre currarme esto un poco. Y  me había hecho la maleta, todas las ilusiones del mundo y al pánico me lo había encerrado en los ojos. Pero luego, por la tarde, descolgué el teléfono y me dijeron que todo era mentira.  Que no.
 Deciros también que un día me sorprendí dibujándome a mí misma. Y en el papel estaba llorando. Así que lloré durante días.
Los silencios no me parecen nada incómodos.
Duermo mucho y como poco y mal.
Tampoco sabéis que yo antes ponía la mesa para cuatro. Luego fingí que no me importaba ponerla para tres, y cuando tuve que hacerlo para dos me di cuenta de que algo estaba roto. Que yo estaba rota.
Odio los protocolos, las normas de cortesía,  a la gente que va con prisas, a los que no quieren perder el tiempo, a los que madrugan sin motivo y a los que mastican con la boca abierta. Pero es mentira porque nunca he odiado a nadie.
Tengo pánico a romperme los dientes,  una obsesión enfermiza por volar y una caja fuerte llena de cartas. Puedo enseñaros  mi vida en fotos. Hay dos manos llenas de tesoros en forma de muy buenos amigos.
Cuando paso junto a alguien que está pidiendo en la calle aprieto los puños, miro al suelo  y me avergüenzo de mi y de por qué no hago nada.
Desde que tengo memoria y hasta hace un año siempre he llevado heridas en las rodillas. Ya no. Y me jode. Nadie sabe lo que echo de menos el fútbol. Y a ellas.
Me basta con saber explicarme a mi misma por qué soy scout.
Me crié en un parque con un puñado de críos llenos de mierda. Siempre me confundían con un niño.  Jugué hasta que me desterraron, dos veces. Desde entonces no he sido capaz de saber de dónde soy.
Hace unos años me enamoré en la última fila de clase, y él ahora es mi mejor amigo. Y en serio que lo siento por las que no tengan la oportunidad de tomarse una cerveza a su lado y hablar de lo que sea, y de cómo se ve la vida desde todos los lados.
A los 14 besé por primera vez a un chico y a los 19 a una chica. Hablo del amor como si nunca lo hubiera roto.
Me quiero y me basta, pero no es suficiente.
No creo ni en Dios ni en los grandes ídolos de la música que jugaron a serlo. Sus muertes prematuras me dan asco. Y sus sobredosis pena.
A veces arrastro los pies como si me pesara la vida. Con toda la que me queda, porque nunca sería capaz de suicidarme.
Mi sueño era ser piloto y me pusieron gafas. Me dijeron que era alérgica a los gatos, y mira por donde, decidí ser veterinaria. Ahorro para una granja escuela.
En un año la grúa se ha llevado una vez el coche, me han puesto dos multas, me he comido tres muros, una moto y me han dado por detrás. Literal. Se me olvidó poner el freno de mano en una cuesta. Conduzco borracha. ¿Algún policía en la sala?
Presumo de saber, pero lo admito, toco el piano de puta pena y nunca he tenido los huevos de aprender a tocar la guitarra.
Abandono siempre a la primera. No se me da bien abrir puertas.
Leer las noticias más de dos veces al día me pone triste porque yo antes pedía explicaciones y ahora me resigno más de lo que lucho.
Si fuera Valiente mataría a algún político, o por lo menos le tiraría un zapato a la cabeza.
Las personas, en general, me asustan.
No fumo, aunque tampoco tengo motivos para  no hacerlo. Bebo mucho más de lo debería.
Lo tengo todo perdonado pero no creo en el olvido. Tengo mi propia fórmula para ser feliz y todavía no la he utilizado.
Y en fin, que hablar de mí no se resume en esto, pero me apetecía contaros esta lista de cosas desordenadas, que me hacen y me deshacen.
Jugar a dejaros llegar a mí hasta donde yo quiera. Ahora mismo podría estar ocultándoos  que tengo una casa enorme, con asistenta, un coche negro modelo ejecutivo y una plaza en la complutense de Madrid. Que a veces visto con americana y tacones.  Y no os enteraríais.
No os fieis de lo que yo os diga.
Hacer poesía es querer perder una partida de streep poker, mirando a los ojos a tu público mientras eliges que prenda quitarte en cada momento, con una sonrisa muy cabrona entre los labios.
 La manera más retorcida, de hacerse daño.




-H-

2 comentarios:

Diego dijo...

"Tengo mi propia fórmula para ser feliz y todavía no la he utilizado"
Me ha encantado esa frase.

PD: juntxs podemos matar políticos.
Fdo: Shuperovejo.

Unknown dijo...

"Me crié en un parque con un puñado de críos llenos de mierda" =D Es PRECIOSO lo que escribes. Siempre he pensado que eres grandísima, Helena, tenía que decirlo! :)