Mis ideales nunca serán personas.
“…trato de encontrar la electricidad
estática en mi apartamento, cavo alrededor de las tomas en la pared, cambio
bombillas con los dientes y lo hago con la tostadora.”
Me recito en
un enfermo monólogo interno la poética de mi fragmentación. Lamo los bordes astillados y agrios de mi
cuerpo dándome pena. Ahora, me repugna lo afilado y seco de mi piel. La
impasividad ceniza con la que miro el tiempo. Finjo ilusión por algo y utilizo
muchos iconos de mierda y luego soy todo ovillo de miedo. Incapacidad. Una boca
entreabierta intentando murmurar muy planificadas frases-arcada que atascan la
tráquea. Megáfonos resonando en mi cabeza voces de alarma.
<< ¡No lo llevas nada
bien!>>
Me repito palabras que giran como un roedor en
su rueda, como una lavadora con Parkinson centrifugando en el centro de mi masa
encefálica. Siento un cavernícola deseo de
suplir esta necesidad impuesta de sentirme parte de un todo.
Me esfuerzo, me lleno de algodón
inofensivo y soy oveja. Recorro obediente el circuito de Ikea. Soy buena, sigo
las flechas, robo lápices diminutos. Las grandes superficies me hacen sentir
segura: No me siento especial para nadie. Formo parte de un ejército zombi de
familias mileuristas donde la libertad se limita a decidir en qué gastarán el
dinero, mes tras mes tras mes tras mes. Máquinas de estado consumiendo conglomerados-morfina
a precios competentes.
Hombres suecos sonrientes me
venden camas de matrimonio. Camas continente y ring de boxeo. Camas cumplidoras
de sueños. Sexo viscoelástico de proporciones desmesuradas. Les miro y les digo
que la masturbación en un colchón de noventa aún me seguiría quedando grande.
Que a mí una cuna porque hoy me siento guisante.
Me propongo huir muy lejos, pero
a las agencias de viajes mi unidad les aterra y me cierran las puertas mientras
niegan con la cabeza y forman el gesto de victoria con sus dedos. Como consecuencia pago
el doble por conseguir un viaje al centro de mis tierras. Me descubro volcán.
Todo viscosidad ardiente por dentro, inestabilidad burbujeante, descontrol en
punto de ebullición. Por fuera, inevitable piedra metamórfica y fría
recubriendo un metro cincuenta y poco de tierra.
Me desfiguro por el día,
martilleándome a la fuerza entre mujeres pieza, intentando formar parte de un
puzle que ni siquiera sé si me gusta.
Hago cosas de psiquiátrico y aún
así soy la tía más interesante que he conocido. Mantengo una relación conmigo más
o menos estable. Me quiero y me pongo. Deseo muy fuerte que la del espejo se
haga real y salgamos fuera a besarnos (porque qué bien nos besaríamos) a
traumatizar al resto del mundo con nuestro romance clónico.
Así que ante la imposibilidad de
este absurdo, acumulo amor en el stock de una trastienda llena de arañas y me
tambaleo en la ataxia de no saber cuál será mi próximo movimiento.
-H-
No hay comentarios:
Publicar un comentario